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Ella

Apenas an salidos los primeros rayos de sol y el ya está en pie. No hace otra cosa
que pasearse por su habitación de un lado para otro mordiéndose las uñas de las manos. La necesita a ella, aun no se acostumbra a no tenerla, ella es su vida.

Día de primavera. 28 de marzo. La primera semana que pasa sin ella, sin saber que no ha merecido la pena desprenderse de ella, que ya es tarde, que una semana no hace milagros.

Pasan tres horas. El se empieza vestir rápidamente, coje un paquete de chicles de menta y una botella de agua. Sale al salón y ve a su madre en el sofá con una taza de café mirando la televisión. El coje un zumo de naranja y se sienta a su lado. Su madre a puesto una cara extraña y le mira con una amplía sonrisa:

Hacía tiempo que no te sentabas conmigo en el sofa.
Lo sé.
Últimamente ya no paras por casa... No quieres saber nada de mi ni de tu hermana, parece que hay alguien mas importante, ¿No?
Mamá... No esque no quiera saber de vosotros, esque siempre estoy...
¿Con ella? - interrumpe su madre
Sí.

Su madre le ofrece una pequeña sonrisa de alivio y le da un beso en la mejilla casi sin rozarle. Después de un inmeso silencio los dos se levantan, salen del apartamento y se montan en el viejo coche de su madre.

Han pasado aproximadamente unos veinte minutos en el coche. Finalmente se para frente a una clínica médica. Médicos fuera fumando, niños pequeños corriendo, ancianos en sillas de ruedas... El típico ambiente de una clínica. Dentro, se encuentran otros adolescentes de la misma edad que el y se va con ellos. Hay rostros pálidos, rostros alegres, rostros de cansancio, miles de rostros.

El en cambio se sienta en una silla de la sala de espera mirando fijamente al reloj. Sin poder de pensar en ella. Le hace tanta falta, no aguanta más. Después de haber esperado un cuarto de hora le nombran y entra a hacerse su análisis de sangre para ingresar en el equipo de futbol con el que había soñado de pequeño.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac. Un año y medio antes.

El mismo chico. El y seis amigos más. Todos caminan alegres con sus tablas de skate, se dirigen hacía un parque. Una vez allí todos sentados llega otro chico con ella. La primera vez que la conoció. No estaba muy seguro de si le gustó a primera vista, pero no quería ser menos que ellos, todos estaban locos por ella.



Después de aquel encuentro en el parque la fue conociendo más y más ganado confianza, queriéndola, necesitándola, sin parar de pensar en ella. Y la cosa fue a más.

Al principio para la familia de el era un secreto el no se la había presentado, pero con el paso del tiempo su familia a través de otras personas se acabó enterando.

El no sabía que ella le pudiera llevar a tantos malos momentos. Con ella era feliz no necesitaba a nadie más. Llegó al punto de verla todas las mañanas, todas las tardes y todas las noches. Su familia estaba harta de ella, no sabían todavía quien era pero sabían que le destrozaba la vida. El se volvió loco por ella, como si fuera un adicción, la necesitaba, no podía vivir sin ella. Como su familia no la aceptaba se fue de casa, lo hecharon del instituto por faltar tanto, pero el no entendía lo que hacía mal. El solo quería estar con ella...

Estar con ella suponía un gran sacrificio, ella no era una cualquiera. Por ella estubo ingresado en el hospital dos veces.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac. Volviendo a la situación anterior. El ya ha salido de hacerse el análisis. Una doctora de pelo cano llama al chico y a su madre. Saca un sobre y señana unos números. La madre mira al hijo con lágrimas en los ojos, no puede creer lo que esta viendo.

Me lo prometiste – dice la madre en susurro.

Los dos salen en silencio de la clínica. Se montan nuevamente en el coche.

Hace una semana que no la veo mamá.
¿Por qué? ¿Por qué yo hijo? ¿Tan mala madre he sido? Me da igual lo que quieras hacer con ella. Yo ya no quiero saber nada. Y me da igual que haga una semana que no la veas, no la tendrías que haber visto nunca.

Tubo que pasar un año para darse cuenta. Para darse cuenta de que ella no le comvenía en su vida, que se la estaba destrozando a pasos agigantados. Que con ella no iba a ningún sitio. Ahora que quiera comenzar una nueva vida sin ella no se la puede quitar de la cabeza, no es aceptado en ningún sitio. Le a arruinado el largo camino de su vida. El tan solo tiene 22 años, un joven que cuando le conoció era un insconciente y ahora mor mucho que lo intente está marcado por ella. La reina de destrozar vidas. ¿Su nombre? Cocaina.
Marinaaa24 de marzo de 2010

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