Cuando al agua se le da luz
se rompen los cristales del alba
cumpliendo con los designios del dolor
que acuosos se descuelgan por los barrotes sin ventana.
¡Ay! que se me muere el alma
la vida se me antoja silencio
no el grito ni la palabra
más bien la luz que apresa el canto de la cigarra.
Ya me sumerjo en el océano
ya me superan las olas
no sé de rezos ni de nados
sólo de la espera
que cuando al agua se le da luz
palpita el yugo de la carne cicatera.