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Grupo Omega - Parte 13/16

-usa el pen drive, aquí hay internet inalámbrico y con el puedo sabotear la cerradura automatizada.
Hiso para atrás una traba, y de la parte posterior salió un objeto puntiagudo, que se introduce entre las teclas del teclado, para que tenga contacto con la placa de circuitos.
-bien… ya estoy adentro de la red de área local de la prisión… dame un segundo a que busque en los controladores de esta traba el código de desbloqueo… veamos…
Aprovechando el rato, controlo el jefe su munición. Dos cartuchos de salva y uno de plomo, además de tres dardos eléctricos sobrecargados y dos de carga normal.
Bajo su visión nocturna y vio con claridad todo el pasillo. Baldosas quebradas en el suelo y cerámicos blancos manchados.
-ya esta… el código de esta puerta es Kj-lord. Respeta las mayúsculas y los guiones, una solo intento fallido y suena la alarma… créeme que no necesitas llamar la atención.
-lo sé… -comenzó a teclear mientras repetía en voz baja – ka… jota… guion… ele… o… ere…de
-¡espera!... no lo desconectes hasta que automatice el proceso de descodificación… la luz parpadeara tres veces seguidas cuando termine, y se apagara. Retíralo entonces.
Tras retirarlo, pudo entrar en el enorme salón contiguo. Tenía tres pisos, con pasillos que comunicaban las celdas. Algunos puentes y escaleras que daban acceso a los diferentes pisos y pasillos. Paredes pintadas de blanco y puertas de hierro pesadas, con una sala de urgencia por piso. Todos los pasillos terminaban en una escalera común que daba al salón comedor principal, con bancas de cemento y mesas de piedra, para evitar su uso como armas en las constantes peleas entre los internos. Todos reunidos allí entonces, desordenados y enfurecidos.
El jefe se asomo por la baranda del tercer piso y veía escondido en la sombra, escuchando lo que sucedía. Todos hablaban sin control y sin parar, hasta que uno los silenció a todos a gritos.
Tras una oleada de insultos el organizador comenzó a hablar con prepotencia:
“… ¡cierren el hocico inútiles!... ¡tenemos que escapar de aquí por la puerta principal y volver a la calle! ¡Esa desgraciada está encerrada en su estúpida oficina y nos escucha por las cámaras! ¡Vamos todos a echársela debajo por la fuerza!”
-jefe… los están grabando… ¡corre a la dirección! ¡Rápido!
Corrió a toda velocidad a la dirección y golpeo la puerta. La mujer abrió nerviosa y cerró con llave. Tras bloquear con contraseña esa puerta de hierro antigua, y atrancarla con un caño duro, corrió hasta su escritorio, rodeada de las cámaras. Los reos invadían los pasillos, golpeándose entre sí y destruyendo todo.
-menos mal que llegaste… alguien llamo y dijo que vendrías, te describió así como eres… -comenzó a temblar –
-tranquila… ¿Cuánto resiste esa puerta?
-es antigua y este… algo corroído… la van a echar abajo en quince minutos.
Ambos se miraron sin saber qué hacer.
-¿Cómo están de electricidad?
-desde que cayó el sistema eléctrico, el grupo electrógeno alimenta toda la prisión, eso desde hace diez horas. Queda combustible para media hora.
-¿tienen disyuntor?
-si, obviamente.
-¿Cómo puedo encontrarlo?
-la puerta de mi derecha lleva a la sala de suministro eléctrico y al grupo electrógeno, pero cruza un puente sobre el comedor… si te ven, vas a ser su blanco.
-entiendo. ¿Hay alguna sala de suministros para guardia cárceles?
-a mi izquierda, pero agote todo los suministros, y el chaleco que tengo puesto es el ultimo. No sé qué hacer… normalmente los guardias los reducen con lacrimógenos o gas pimienta, pero ya los termine. No queda munición, pero si una escopeta descargada.
-es necesario que entiendas que debo cruzar sin ser visto. Distráelos
Abrió la puerta en silencio y cerro con el mayor de los cuidados. El salón comedor de abajo estaba vacío. Comenzó a sonar la alarma y desde los altavoces la directora comenzó a hablar, mientras cruzaba el puente cercano al techo.
“¡lacra de la sociedad! ¡Se creen mucho por ser temidos allá afuera! ¡Pues aquí no valen nada! ¡Sus vidas están cronometradas, y al reloj se le agotan los números!
Gritaban los presos obscenidades, y desde el altavoz se escuchaba como golpeaban la puerta insultando.
Al llegar a la sala de control de electricidad, busco la caja de fusibles y la abrió con una barreta. Arranco el dispositivo con sus manos y la luz se apago.
-¡te has precipitado! ¡Podrías haber usado otra cosa!
-no… entiendo de electricidad. Solo tengo que reformar un poco este aparato.
Encendió la luz de la linterna del rifle y se ilumino. Usando las herramientas de la sala retoco el dispositivo de seguridad, y no lo coloco en su lugar. Los guantes de goma eran protección ideal, pero el trabajo era más que arriesgado, si se pinchaba con uno de los cables de cobre, quedaría carbonizado tras una larga agonía. Además, nadie en su sano juicio trabajaría de esa manera sin cortar la electricidad.
Continúo caminando por la sala y encontró el gran electrógeno, lo apago. Y solo cuando el motor se detuvo, corrió hasta el disyuntor y lo coloco donde correspondía. Prendió el aparato, y la luz se volvió a encender. Por los altavoces se escuchaba a la mujer gritar de desesperación.
Corrió a toda velocidad, descuidando su sigilo, hasta la puerta de hierro de entrada. Estaba doblada por los golpes. Tomo dos cables que había sacado de la sala, y los conecto en la manija de la puerta.
-se me ocurrió, pero se corto la electricidad por ese sucio…
-ya esta… pero no toques nada metálico –conecto el extremo opuesto del cable a la pared –
Se escucharon gritos de dolor e insultos mientras la puerta dejaba de ser asediada. Las luces subían y bajaban la intensidad lumínica hasta que se termino de oír el último golpe seco de caída contra el piso.
-pensé que estabas contra la orden de matar gente.
-bueno, solo si son amenaza. Además, ellos matarían a los inocentes si salen.
-bien… pero deja algo al ejecutor.
-¿Cuándo llega el capitán?
-aun quedan dos horas.
-no tengo dos horas, apenas treinta minutos. Tengo que seguir alimentando el sistema eléctrico de aquí.
-espera, voy a buscarte información sobre los grupos electrógenos esos…
El jefe vio a la directora, una mujer joven aun, de alrededor de treinta y cinco años, con algunas marcas de arrugas en sus ojos, producto de toda la tensión vivida por ese trabajo estresante. Su piel tensa brillaba con la luz, excepto por las ojeras oscuras. Sus manos cuidadas y claras tapaban su boca. Vestía de un traje blanco, y tenía el pelo recogido. Por su aspecto, sería una presa atractiva para los convictos, por ello el miedo que tenia a que entraran.
Su alianza abrazaba el dedo, mientras los veía llorando. Cuando levanto la cabeza, las lágrimas lavaban el maquillaje que usaba para tapar las arrugas. Viendo al jefe, con sus ojos brillantes, dijo:
-mi esposo fue asesinado hace pocos meses, y me encargue de traer al asesino aquí y torturarlo. Es el cabecilla de todo esto, y si me pone una mano encima, sé que voy a pasarlo mal. Quiero que guardes esta alianza, es bañada en oro… es mi muestra de gratitud.
-la voy a conservar como recuerdo, Ingrid.
-¿puedo ver tu cara?
-es recomendable que no… podría traerte muchos problemas más que serios.
El mayor hablo por el audífono.
-jefe, la señora Bustamanne debe sobrevivir. Bajo un entrenamiento solido puede ser un pilar importante en el propósito.
-jefe -Martina al habla-, el grupo generador funciona por combustión, un motor a explosión que se alimenta por medio de algún combustible.
-no hay gas y es imposible encontrar un barril de gas-oíl por aquí… ¿combustión de cualquier cosa verdad?
-si… ese modelo en particular puede funcionar como un incinerador. Tiene un circuito de agua cerrado que hace girar unas turbinas… y la historia sigue… pero lo que importa es mantener vivo el fuego. Me imagino que hay madera o papeles por allí.
-si, pero no suficiente hasta que llegue el ejecutor.
La directora interrumpió.
-en la sala de suministros de los guardias hay una botella de litro de alcohol medicinal, no servirá de mucho pero puede usarse para volver a avivar el fuego. Recuerdo algo mas… ¿pero qué es?...
Continuaron pensando en algún sustituto para el combustible. Ingrid volvió a hablar:
-los paneles del techo… ¡eso!... son de una especie de aglomerado de virutas de madera. Todo el techo de aquí y de la sala comedor lo tienen…
-ya está. Cuando el combustibles este por acabarse vamos a quemar eso. Ganemos tiempo, quite todo el de esta sala y yo me encargo del techo del comedor. Voy a romper un foco para trabajar tranquilo colgado del techo. Toda la madera tiene que quedar cerca del grupo electrógeno.
Ambos se dispusieron a seguir con sus tareas, en media hora todo el techo de la dirección y del cuarto de suministros estaba junto al grupo electrógeno. Del comedor, un cuarto de todo se había quitado. Trabajar a veinte metros del suelo colgado de un arnés es poco efectivo.
La luz comenzó a atenuarse lentamente. Lo que habían juntado era suficiente para hora y media, por lo que debía seguir con la recolección.
-usted alimente el incinerador mientras dejo mas paneles en el puente, venga a buscar más de vez en cuando para no quedar sin nada allá.
La luz volvió a la normalidad, Pero la puerta de hierro ya había sido derribada. La puerta del puente también estaba con la trampa eléctrica. No habían objetos de goma por allí, asique nadie podía abrir esa puerta si resultar electrificado, además de estar cerrada con llave.
Tras una hora de recoger paneles, ya tenían más que suficientes para tres horas más. Blanco bajo del techo y se dirigió al incinerador. La mujer miraba el fuego tranquilizada, sentada en el suelo abrazando sus piernas. La enorme pila de madera junto al grupo generador renovaba su esperanza. La puerta del puente estaba siendo golpeada. Se escucho el altavoz uno de los convictos hablar, su voz familiar asusto a la mujer.
-“¡hola preciosa!... vera, no soy un tipo rencoroso, digamos que me gusta ser justo… estoy de acuerdo en que me torturase personalmente por haber matado a su marido… disfrute viendo su hermoso cuerpo mientras me golpeaba una y otra vez… y por eso estoy en deuda con usted, asique voy a hacer un trato: voy a decirle a los muchachos que no la lastimen, y a cambio voy a hacerla pasar un buen momento… esa trampa suya de electrificar la puerta no sirve ahora, estamos usando su amado escritorio para tirar esa porqueria abajo. Iré yo mismo a ver si acepta el trato… recuerde, ser maltratada o pasar un rato conmigo. Usted elige…”
-¿Qué vamos a hacer?... ¡nos tiene!
El jefe se acerco al banco de trabajo y tomo la sierra. Tras correr, llego al borde opuesto de la puerta y se colgó de las barandillas de la plataforma. Corto los soportes de abajo, y tras subir, los de encima. Regresó, la puerta estaba por ceder. Volvió a hacer lo mismo, y cuando comenzó a cortar el último soporte de arriba, la puerta pesada del otro lado callo. La sierra se desacomodó, y no podía cortar rápido con tanta gente corriendo.
Acelerado, volvió a posicionar y corto de una vez por todas el puente, que cayó con todos encima, en un estruendo metálico que se repetía en ecos. En el lado opuesto, se acerco el que había hablado por el micrófono.
-¡voy a agarrarte a ti y voy a matarte con mucho dolor de por medio! ¡Y va a gritar como condenada cuando le ponga las manos encima!
Entro de nuevo y volvió con una larga soga con una silla atada. La lanzo repetidamente a un foco colgante que estaba a medio camino. El jefe tomo el rifle apuntando a la cabeza, por si la mala idea resultaba. El convicto desistió y salió de allí, luego de unos minutos de paz, se comenzó a escuchar mesas y sillas arrastrándose por el lugar. Las estaba apilando por debajo de la sala de seguridad, con ayuda de un montón de presos. Escalaban por esos muebles sacados de las oficinas hasta llegar al suelo de las sala, sosteniéndose de las vigas metálicas.
El suelo donde estaban comenzó a ser golpeado, Y algunos paneles metálicos se movían.
-¿Cuánto le queda al cap…
Se escucharon disparos a lo lejos y los golpes se volvieron más potentes. En cualquier momento entrarían. Apuntando el suelo, estaba listo para detener a cualquiera que intentase entrar por los huecos nuevos.
Una mano se asomo y recibió un tiro, luego el piso se abrió y la directora quedo del otro lado de la grieta. Eran más los que subían que los que el jefe alcanzaba a neutralizar. El líder de ellos se reía macabramente abajo.
De pronto, una explosión y muchos gritos. Un convicto logro entrar cuando recargaba y sostuvo a Ingrid. Se ubico detrás de ella y puso un cuchillo en el cuello de su rehén. Con la respiración acelerada y furiosa comenzó a hablar:
Mastera17708 de octubre de 2014

1 Comentarios

  • Mastera177

    entrega numero 13 de la narracion
    P61-66
    disfrutadlo. vuestro:
    Master A-177

    10/10/14 04:10

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