Era lo nocturno, la primavera, escéptica, niebla.
Yo existía bajo un fucilazo de la religiosa diana,
Que de su níveo ruedo a modo un ensalmo
Esparcía sobre el desfiladero un efluvio aletargado.
Cabeceaba en los nichos el penitente bienoliente,
Y al estero se terciaba la flor moribunda,
Y ceñidas en la bruma en el terno licuado,
Los vestigios reposaban en rancio sosiego.
¡Echar una mirada! Igualmente el marjal esta análogo a las sombras,
Pernocta entre las tinieblas con torpe dormito,
Y de la modorra juiciosa despertarse no codicia
Para el infinito las lealtades, lánguidamente muere