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Diario de una Realidad Subjetiva

Punto de partida

Conocí a Dennel en un punto de mi vida en el que decidí romper con la monotonía emocional que, de forma habitual se destila en las relaciones.

Cansada de cargar viejos recuerdos, las malas experiencias se encargaron de crear lo que yo llamo “el balcón del cinismo”. En él puedes resguardarte de todos los males emocionales inventados y que estén por inventar, cuestionar si el amor es una construcción social o dedicarte a tu yo más íntimo en cuerpo y alma.

Después de pasar un periodo de hibernación en lo que podría considerarse como mi rincón intangible favorito de este mundo, me encontraba en la meta final de mi carrera académica.

Arrastrando las secuelas que suele padecer todo superviviente del mundo jurídico – más loca que adoctrinada – volví a la realidad social como un ser renacido.

Dennel hizo que resultara fácil hablar con un desconocido y me pareció, de entrada un hombre peculiar. Se encargaba de llenar los silencios incómodos de la conversación de forma natural y espontánea, pero sin ningún afán en particular. Es una de esas personas carismáticas por naturaleza, o como podría describirlo algún sociólogo de renombre, un verdadero animal social.

Dennel superó mis expectativas por librarme de la fase de criba. La fase de criba es uno de esos inciertos momentos en los que tratando de conocer a otra persona, de manera sorpresiva en un intervalo de la conversación, adviertes una actitud u opinión que te sumerge en el desinterés y la desgana más absoluta.

Es entonces cuando debes decidir entre aguantar como un estoico por la supervivencia de los convencionalismos sociales, o retirarte irremediablemente de manera cortés. Afortunadamente, el debate ético - moral no tuvo lugar.



CAPÍTULO II.

Primera conexión



Echando la vista atrás recordé aquella primera conexión. Los dos charlabamos en el sofá como dos completos desconocidos cuyas almas perturbadas parecían observarse asomadas a los ojos.

Dennel no pudo retenerse y tomó la iniciativa, sus labios sabían a maría y sus caricias eran dulces e inquisitivas al mismo tiempo. Supe que debía seguirme y tumbarse sobre mí, así que sin ninguna preconcepción me dejé sorprender.

La calma y naturalidad guiaban su deseo recorriendo cada centímetro, adorándolo y sumergiéndome en el más absoluto placer. Parecía que sabía lo que hacía y en ningún momento atisbé un ápice de inseguridad. Lo cual me hizo reafirmarme en que, probablemente Dennel podría ser mi mejor amante, y lejos de parecer una etiqueta frívola y superficial, resultó enternecedor.







Mcr312 de mayo de 2016

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