Me maquillaba para no tener cara de muerta cuando saliera de casa, pero siempre evitaba echarme rimmel. Sabía que se echaría a perder y se me quedarían unos horribles borrones en la cara, los que delatan el camino que siguen tus lágrimas, día tras día, noche tras noche.
Cada día me costaba más verme guapa. Era absurdo pensar que puedes aspirar a más, si ni si quiera puedes hablar con otro chico, ni delante de él, y muchísimo menos sin que él estuviera. ¿Yo infiel? Jamás se me pasó por la cabeza. Si yo me veía fea no quería ni pensar que pensarían los demás de mí. “¿Dónde va esta chica? Si es horrible”
Cada día la misma historia. “¿Con quién has hablado hoy? ¿Seguro que no has hablado con ningún tío? No me mientas. Como me entere, ya verás. ”
Voces. Yo sólo recuerdo voces. Y lágrimas. Y “donde vas así vestida, pareces tonta”.
Menosprecios, insultos, gritos...
“No estamos mal, eres tu la que esta obsesionada con eso, yo estoy muy bien”
“No es lo mismo, ella es mi vecina de toda la vida y nos llevamos bien, y tú solo conoces a ese tío de clase, y todos los tíos buscan lo mismo”
Cada día tenía más claro que yo no era una buena novia. Cuando me conectaba al WhatsApp no me apetecía hablar con él, cuando salía, no me apetecía quedarme a solas con él. Mis amigos hacían planes sin nosotros, porque no me apetecía que él viniera, y yo no podía ir sin él. Estaba claro que el fallo era yo.
Ahora, un año y medio tras nuestra ruptura definitiva, veo las cosas con claridad. Ahora he conocido a alguien que me hace ver las cosas con claridad.
No le deseo nada malo, sólo que pueda verme feliz.

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