Dios destruyó el mundo. Se había hartado de los humanos. Una vez destruido lo que creó, se acostó encima de su hamaca paraguaya a contar las estrellas. Mientras las contaba, recordó cuando la Tierra era parecida a la pelota tata. Poco a poco, la fue enfriando y la adaptó para la sobrevivencia. Todo era perfecto, hasta que creó a los humanos y ahí se armó el despelote.
Unos ángeles, al verlo, le preguntaron a Dios el por qué destruyó el mundo.
- Me cansé de los humanos- dijo Dios- todo el día peleándose, tomando terere sin hacer nada, macaneando con esos estúpidos aparatitos donde jugaban viborita y qué se yo cuántas cosas más. Aunque ahora, después de mucho reflexionar, creo que fui muy duro con ellos.
- Seguro hubieron humanos bueno- le dijo un ángel- alguno que creó la hamaca donde estás reposando ahora
o quien rescató a gatitos abandonados. ¿Y si reconstruimos el mundo?
Dios reflexionó la propuesta del ángel. Podía comenzar de cero, pero sería demasiado problemático. O podía comenzar en el punto en donde destruyó el mundo, restaurarlo y que los humanos continuaran evolucionando.
Al final, decidió por la segunda opción y, con la ayuda de los ángeles, reconstruyó el mundo.
Es por eso que aún seguimos aquí.