Inventa cada mañana las conversaciones que tiene con Marcos. Se olvida la ropa y ensucia el agua... pero luego sonríe cuando va al aula.
A todos se les escapa la verdadera maga, la obradora de recuerdos y anécodtas de arras.
Extrañando algo que nunca tuvo, se oscurece su capa imaginando una boda, se imagina ella de anciana harta de vivir y de soñar con camas.
Los niños se ríen de ella, nunca tuvo un motivo para ser real, nunca entendió que era ella digna de ser amada, nunca dejó sus historias perdidas en el limbo para dedicarse a hablar desde la suciedad de los suelos, desde la comodidad del día. Ella prefería deambular por otros terrenos, espantar los vientos y preparar a sus muñecos para la boda que tendría con su amado. El lejano miedo.
¿Quién es Marcos niña extraña?
Es mis uñas, mi pelo y mi almohada, es la noche de naranja entonada por una mala corista. Marcos es la niña que me mece en las malas.
Una pena endiablada que me sana el alma, me prepara los baños de arroz y las velas en Coslada. Dicen que él se marchará cuando me haga mayor y mis ansias se deshagan, pero es mi coartada. Las mentiras nunca se marchan, se quedan años y años en la conciencia ancladas. Mil años se sumarán a estos cuarenta que me forjan costillas de ama enamorada de ratas, y seguiré pintando mis labios, entonando las viejas canciones de infancias.
Seguiré amando a Marcos, aunque te vayas.
