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Me Llamaste Inspiración

Ondas emborronando la perfecta esfera brillante rayada de acordes, un disco de vinilo, hundido en el fondo de un lago. Una plancha oscura, era ella años antes, eran miles de historias plasmadas en su huella. Ella ante todo, la princesa de las penas cantando en el fin de la orilla.

Sintió la mirada clavada de decenas de pájaros, en su nuca. Cientos de años después podía seguir oliendo el olor a muerto aún podía tocarlo. Aún podía sentirlo. Decidió rescatarlo de aquel lago, de aquel plano inexistente en la partícula del tiempo.

Entonces se dejó caer en aquel verde caos, y su alma se esparció como las tintas de una pluma. Y es que esa tinta avanzaba poderosa maquillando las esquinas de las profundidades que algún día estuvieron cubiertas de los desechos de un cuerpo. Ella seguía arrodillada a pie de lago pero la tinta avanzaba en forma de ramajes hacia las profundidades.

Había jóvenes y ancianos dejándose caer por aquel lugar, ellos no veían la tinta de una pluma recorriendo el escenario de una despedida.

Pero Federico, perdido entre los arbustos sí logró verla y con el propio tinte de su pluma sacó al muerto del lago. Ella observando comenzó a hablar con sus ramas submarinas y le hizo a aquel leproso eterno en su juventud, viviente entre aguas.


Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.




Mi3huella16 de octubre de 2011

1 Comentarios

  • Agora

    admirando siempre tus letras y tu sentir!
    grande Huella!

    21/10/11 02:10

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