Nos convencemos, pensamos que aquellas personas que nos rodean no quieren hacernos daño, y aunque en el fondo sepamos que estos mismos son los que más van a hacer lo posible para amargarnos, les hacemos el bien, pensamos que si nosotros demostramos fidelidad hacia ellos, nos van a responder con lo mismo que hemos intentado hacer nosotros, ayudarles. Y poco a poco nos vamos dando cuenta de lo ignorantes que hemos sido, de que aunque supiéramos que iban a hacer todo lo posible para jodernos, nosotros siguiéramos haciéndoles la vida un poco más fácil.
Parece que cuando nosotros nos vemos saliendo de todo lo profundo en lo que nos han metido, ellos se crecen y el ego se les dispara por las nubes. Por lo menos nos consolamos con el dicho aquel que nos decían nuestros padres que decía así: Todo lo que sube, baja, y todo lo que se va, vuelve.
Y nosotros con todo nuestro valor intentamos hacerles una a una pagarlas con creces todas las cosas que nos han hecho, todas las putadas que vamos acumulando por distintas personas. Pero cuando estamos a punto de joderles un poco más la vida, y ponerles un gran obstáculo en sus caminos, recordamos otro dicho que nos han metido en el coco todos los días de nuestra vida nuestros padres, aquel que decía: No hagas con los demás, lo que no quieres que te hagan a ti. Y nos auto paramos, nos quedamos pillados pensando que no queremos ponernos a su altura, que se es mejor estar callado y parecer tonto, a hablar y concluirlo.
Que de un modo u otro nos vamos dando cuenta de que no tenemos esa sangre fría que ahora parece tener la mayoría de la gente. Y recordamos todos aquellos momentos de cuando éramos pequeñitos y jugábamos en la arena de la playa, en el que cuando nos picábamos unos con los otros, para solucionarlo, solo teníamos que tocar a nuestro compañero y decir: La llevas.
Y en ese mismo momento, acertamos; nuestros padres nos han educado y nos han hecho, justamente lo que somos ahora. Y me alegro. :)
