Esa impotencia que sientes al ver que alguien te supera, te puede, te saca tanto de quicio que, con tan solo ver su cara los nervios empiezan a rondar por tu cuerpo, son tremendas las ganas de gritar, decirle todo lo que te pasa por la mente, pero no sabes por donde empezar, odias a esa persona por tantas cosas que no sabrías resumirlas en una; estás todo el día planeando algo, para vengarte de la manera más fría que sea posible, te das cuenta de que esa persona ha invadido tus pensamientos de una manera involuntaria, que hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, veas lo que veas, estás pensando en como hacerle daño, en como devolverle todo lo que te ha echo, en devolverle todo el daño que te han causado sus sucias palabras. Pero no puedes, eres una cobarde, planeas, planeas, y cuando llega el momento de la verdad te quedas en blanco, te quedas parada, y pasa lo mismo que siempre, se ríe de ti, te hunde, te ridiculiza, y sientes ese vacío en el pecho de decepción, de inseguridad, de que estás sola, de que nadie te ayuda, de que tiene razón, cuando te dice que estás sola, que nadie te quiere. Y, cuando puedes despejarte un poco, piensas, y te das cuenta de que no tienes porque escuchar las palabras que te dice ese ser, es tan solo alguien que lo que quiere es hacerte daño, y tu le estás haciendo el favor de complacerle. Ríete de sus patéticas gracias, devuelve-le todas sus sucias palabras con sonrisas, que al fin y al cabo, le dolerá ver que no te afecta, su felicidad depende de tu tristeza, no le hagas el favor de estar triste para que sonría, sonríe para que entristezca.

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