Hoy me desperté con ganas de comerme el mundo y lo único que hice fue beberme un vaso de leche.
Puse el despertador a las diez de la mañana, pero me desperté a las doce y media. Las persianas no estaban bajadas del todo, las subí y me dolieron los ojos por la luz del exterior. El calor evitó que las sábanas se quedaran pegadas a mi cuerpo y, todos los cojines que había en mi cama acabaron al suelo. Puse un pie en el parqué y me di cuenta de que había dormido demasiado, puse el otro y chafé sin querer un viejo zapato. Me había propuesto desayunar zumo de naranja, mi favorito, pero se había acabado. Fue entonces, cuando me bebí mi vaso de leche y me vino un dolor terrible de estómago que me prohibió comerme el mundo esta jornada.