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Historia de Amor, PasiÓn y Recuerdo(última Parte)

Ese encuentro fué, como los anteriores un cruce de aquellos, como para alquilar balcones.

Un cruce, quemándose y fundiéndose, como dos aviones chocando de frente, en pleno vuelo.

Ella era dulce, cariñosa, fantasiosa y, perfectamente terminada por fuera, capaz de contener, por dentro a una niña o, mejor, a una pícara indiecita, salvaje y femenina; en cuanto a él,...bién, solo un hombre, eso sí...apasionadamente hombre.

Ella hizo la tan esperada pregunta: aceptarías vivir conmigo?

Él, escuchó la pregunta que siempre había querido oír de una mujer con las cualidades de esa mujer, pero a su vez, sintió miedo a ser cautivado por esa belleza y así, perder esa libertad que es su fiel compañera desde hace tantos años ya...

Es mi gusto en mujer- pensó- y rememoró todos los hermosos momentos vividos, esas órvitas de seducción cada vez más altas, sentía que a su lado la onda era total, como un satélite dando vueltas fuera de control. A la vez, ahí mismo recordó el epílogo de su vida: en su casa polvo, revistas y diarios viejos detrás del sofá, ropa desordenada y el frasco de mermelada con hongos, ese mismo que lo mira todas las mañanas al desayunar, desde la repisa en su cocina.

El desórden total de su vida de soltero...que mal, -pensó- con un cosquilleo en el pecho...Será ella, la mujer ideal?

Para todo ésto, ella, cansada de esperar esa respuesta que no llegaba, y dejándolo solo, inmerso en sus divagues de indecisión, se alejó en silencio, carrando la puerta del departamento triste, con lágrimas en sus ojos, pero firme y segura.

Al verse solo, y todavía navegando en esa nube de dudas, llevó una silla al balcón, y con los pies apoyados en la baranda, se dispuso a observar el cielo, las estrellas le dan la impresión de ser contables agujeritos de polilla, dejados sobre un inmenso cortinado negro e iluminado a contraluz...las estrellas...posiblemente, la única cosa en la vida que, a pesar de existir por millones, cualquier ser humano, hasta el más poderoso, moriría por tener una.

Cual será la mía? -Preguntó-

La veré brillar alguna noche para mí? la imágen de ella se dibujó en una constelación: Cecilia, bailando -solo para mis ojos- Cecilia y una canción -nuestra canción- que se cuela en la casetera de su nostalgia...

Esa estrella...su estrella...esa estrella que tanto brilla, será Cecilia?

Y, hablando de ella...los dos timbrazos hacen que su corazón salte de su boca, volviendo, casi de inmediato, a su lugar; no sin antes, rebotar un par de veces, en el piso del balcón de abajo.

Ganó la puerta de un par de trancos y llamó al elevador.

Ya está descendiendo...atravieza el quinto piso, cuando escucha, lejano, el sonido de nuevos timbrazos.

Patea el piso del ascensor, con la absurda esperanza de acelerar la caída. Por qué no le contesté en su momento? -pensó-

...Llegó por fín...pero: donde está? pensó acercandose a la puerta del edificio, con un amargo cosquilleo en el pecho.

Sale a la calle, y entonces, la vé.

Está de pié, sobre el borde de la vereda, apenas inclinada hacia el interior de uno de esos jeep 4 x 4 de fabricación japonesa.

Se miraron, o mejor dicho, se radiografiaron cada rincón de sus ojos y sus cuerpos...

Supo que la amaba, que sumado a todo lo demás vivido por ambos, ella era la dueña de esas raras sensualidades...de las que a él le gustaban y tocaban su alma...

Se fundieron en un abrazo infinito y un beso eterno selló lo que sería un amor para siempre...



Movisi02 de julio de 2009

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