Ya nos conocíamos. Una especie de juvenil idilio nació-o casi- a travez de nuestra charla telefónica.
Nos encontramos-por primera vez- hace apenas unos días atrás, fué vernos, reconocernos y abrazarnos, para luego fundirnos en largos besos, llenos de una tierna curiosidad contenida, fue todo uno, bajo ese frondoso árbol que nos resguardó del sol...su mirada-que llegaba a producirme un orgásmico dolor-estaba clavada en mis pupilas...
minutos después, tomados de la cintura, nos dejamos arrastrar por el caudaloso río humano de la avenida, camino a no sé donde...
Nos acomodamos, en uno de los alargados bancos de una florida plaza a tomar un helado, nuestros sendos cucuruchos transpirando dulzura, ...sus ojos se entrecerraron y un rictus-como de apretada mordida-se dibujó en su boca, cuando hizo que sus labios, chorreados de helado, se estrellaran contra los míos...y yo respondiéndole, en un acuse de recibo que nacía desde lo más profundo de mis entrañas...una nube espacio-temporal me llevó a sentir que brillabamos desde el lujo de nuestra apariencia...y nuestro brillo fué tal, que hasta dió la impresión que los afrancesados farolitos de la plaza disminuyen su fulgor, avergonzados...
