Cuando llueve recorro con el dedo las gotas de lluvia en el cristal, es un entretenimiento para el que no es necesario pensar y relaja muchísimo (probadlo). Una vez me decido por la gota especial me gusta seguir su recorrido, hasta que muere en el filo del marco de aluminio frío e insensible que la abandona a su suerte... Estaba ensimismada en esta tarea cuando suena un fastidioso ruido:
¡el móvil! Dichoso aparato tecnológico sin el que no podemos pasar, pero que a veces nos dan ganas de enviar donde picó el pollo y este momento era una de esas veces, me sentía tan a gusto que de buena gana lo hubiese tirado por la ventana, pero... mi ojo derecho me jugó una mala pasada, se desvió y la información llegó a mi cerebro: Momento de pausa, ¡has de contestar!
En los segundos transcurridos entre el abandono de mi placentera actividad y el descolgar el teléfono me sentí la persona más esclava del mundo: Un, dos, tres... ordenas tú.
Namari, qué bellos recuerdos me traes. Eso es lo que hacía yo cuando era pequeña y tenía tiempo de aburrirme.
¿Habrá personas que se aburran en estos tiempos endemoniados que nos están tocando vivir?
Te quiero Reina de los geranios en su balcón.