Dejé de existir, cuando tú me lo pediste. Al igual que una suave brisa desbarata la lujuria del cerezo, tú señalaste un espacio donde ser silencio, o palabra contenida. Si viví, fue por pura necesidad, por un arrebato incoherente, porque cada nube me ocultaba el verdadero sentido de los adioses. Una calma comprada me rodea las manos. Las palabras se disipan, como cualquier texto, y tan simple, como llegar hasta aquí, es caminar del lado de los que ya dijeron, de los seres herméticos, de los indomables, de los aclamados como héroes de una conquista de fronteras fugaces.
Escribo para ti. No debes saberlo. Lo ignorado nos transforma en cómplices de un ejercicio de estilo. No estamos aquí porque seamos coherentes, todo lo contrario, iniciamos un recorrido virtual donde el gozo del encuentro es el último pétalo que no cae, ante la zozobra del viento.
Me encanto de principio a fin. Hay un sabor a nostalgia en cada letra que dibujas.
Un gusto enorme.