Ya no distingo la luz de la oscuridad
ni siquiera un simple tono de color
¿acaso algún día logre distinguirlo?
No lo recuerdo.
Ahora solo hay espacios en blanco,
recuerdos sin sentido,
columpios sin niños que los monten,
una bestia amarrada que hace tiempo no lucha por salir.
Ya no queda remedio,
la soledad ha marcado mis manos,
mi espalda es tan común como un ladrillo
y mi mirada coqueta de joven de la vida ya no existe nunca más.
Esta soledad se ha hecho mi amiga,
comparte conmigo todos sus secretos,
yo que una vez la odie y aborrecí,
mas nunca la despedí...
Merezco su aliento,
danzar en sus manos
y saborear este momento que alguien me ha regalado.
