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Relato de Aquel que Vió Algo, que Nunca Los Demás Vieron!!!

Carmen, ese era el nombre de la lápida 437 del ala norte del cementerio de aquella localidad.

El verde césped que se erguía sobre el subsuelo, funcionaba como un tapiz completamente ornamental que recibía a los difuntos con una cordial vista y una amabilidad perpetua que abrazaba con aire sepulcral, a las almas que recibían a la muerte con una bienvenida más conformista que alegre.

El viento recio que disfrazaba al aire de un olor a cayenas, se movía lentamente entre las flores que reposaban sobre las lápidas de aquel apacible lugar; el olor a formol se escapaba de entre las aberturas de los sarcófagos, y el silencio inquietante que difuminaba el lugar, me hacían tener la sensación de que todas aquellas personas, de una u otra forma, me estaban escuchando.

- Aquella mujer que ves allá, se llama Florencia, su esposo fue el capitán naval de una de las más grandes naves de Latinoamérica. Un día cuando volvió de uno de sus largos viajes, observó como la pobre vieja, de ya 60 años, se quedaba con la mirada fija en un cuadro pintado por Botero en donde salía una pequeña gorda desnuda. Su corazón no latía. Pequeñas fallas valvulares escuché decir entre las palabras de su vecina; que a final de cuenta era la mujer que se acostaba con su marido.

El dedo índice con que me señalaba aquella señora, apuntaba directamente a una mujer delgada de poca estatura, que se encontraba sentada en la lápida. Llevaba un vestido de flores azules que combinaban con el sombrero violeta que le cubría la cabeza, entre sus manos frágiles tomaba una canasta blanca, y dentro de ésta había una pequeña foto.

- Sus recuerdos… (me dijo como si me hubiese leído la mente), eso es lo único que le queda.

Volteé a mi derecha, y observé como un esqueleto con la lengua afuera, se movía lentamente (como una lagartija que se escurre en las sombras) por entre los ramos de flores que adornaban las lápidas.

- Ese bicho siempre me ha dado tanta risa, está en busca de lo mismo, ¡lástima que nunca lo consigue!, su vida se volvió tan miserable desde el día que decidieron quemarlo vivo por pederasta; el destino le hizo jugarretas al castigarlo con la designia de morir ansiando la carne fresca; y créeme la vida puede ser cruel cuando se lo propone.

Yo me quedaba fijamente observando como aquella criatura se movía tan repulsivamente, el olor nauseabundo me inundó el olfato y me hizo entrar a un estado de ansiedad disfrazado de miedo.

- Las petunias…siempre le traen petunias (dijo la mujer indignada mientras observaba a su derecha).

Volteé hacia el otro lado (mientras de reojo observaba a aquel bicho raro que se retorcía).

- Cornelio, así se llamó aquel vejestorio que ahora observa con cara de lástima a sus nietas que vinieron a visitarlo; me acuerdo clarito como aquella noche tomó mis piernas y me hizo sentir la mujer más feliz del planeta tierra. Sólo 20 minutos que costaron 30 mil bolívares, me hizo comprender que ese pobre viejo lo que le faltaba era sentirse hombre. Y créeme pude deducir que odia las petunias.

Volví en sí, y miré hacia todos lados, todo lo que me rodeaba era etéreo, efímero, sueños que volaban entre las sombras de los árboles y palabras que se carcomían al mismo tiempo con el calor de aquel sol del mediodía. Mis ojos miraban con tristeza como aquellas almas envueltas en soledad se movían de un lado a otro, olfateando y buscando entre la pila de desgracias una razón completamente lógica, como para estar en esa situación.

- La muerte es el suspiro a una nueva vida, y aquellos que no puedan soportarlo se quedan como ellos, arraigados a una realidad que sólo los simples mortales son capaces de palpar.
- Es decir que quedan así…(contesté)
- Quedan vivos en la muerte (me contestó)
Nigth1417 de septiembre de 2009

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