4 días más, y la angustia era profundamente penetrable.
Los días pasaban y el recuerdo seguía tan vivo como la última vez.
El olor de su piel seguía tatuado en los poros. Podía olerse a sí mismo y todavía era capaz de percibir el olor
a ella.
Cada día era inagotable. Era una sensación muy extraña, que poco a poco lo carcomía del deseo.
La deseaba, la necesitaba.
Cada instante aclamaban a viva voz, la droga de sus gemidos, a cada segundo en su cerebro se dibujaban la silueta de su cuerpo, a cada minuto su pene despertaba cuando el recuerdo de aquella noche seguía entre sus párpados como una fotografía pegada en el vidrio de sus suspiros.
Y no había nombres
no había números
no había direcciones
no había nada.
Pasaron dos días más, y el poder de la desesperación pudo definitivamente con la poca cordura que le quedaba.
Decidió ir al bar, donde hace casi una semana la había visto.
Llegó a las 4 de la tarde, se fue a las 2 de la madrugada, y ni un simple rastro aparecía en aquel lugar.
Preguntaba al cantinero, Luis, pero éste siempre le decía:
- nunca había visto esa mujer, hasta aquella vez; y nunca la he visto más
hasta el sol de hoy.
Los días seguían pasando como una caravana de ferias: pasaban de largo
se hacían insoportables hasta cierto punto
y se hospedaban por minutos enteros en la consciencia de Marco, pero no
a la final siempre seguían como si nada.
Habían pasado dos semanas, y él todavía seguía pensando en ella.
No tenía explicación a las miles de interrogantes sin sentido que se le cruzaban por la mente.
¡¡¡Pero es que si ni siquiera tenía explicación para su vida!!!
Sólo tranquilizó a sus innumerables taquicardias con el vago recuerdo de aquella noche.
Una masturbación tras otra
gemidos mentales tras otro
noches en vela, una tras otra.
Y todavía ella no aparecía.
El pobre que necesitado estaba.un saludo