La Hoguera Violeta
Porque el espejo eran cuchillos, y tu cuerpo, una tormenta de rayos.
Dejaste de llamarte Alegría, paseaste de la mano con el Miedo, sellaste tu boca con candados.
Como cada chica, aunque no lo supieras.
Cuando todo era bonito creíste que te quería. Pero todo cambia. Una manzana dejada al descubierto. Una promesa olvidada en un armario. Todo. Hasta el cariño. Y no, princesa, no es tu culpa, que los ángeles no tienen halas, pero los diablos visten con sonrisas y te deslumbran, te hacen chocar contra el terror, pero tú siempre pagas la multa.
Comenzaste a ir al gimnasio, aunque nunca te gustó el deporte. Compraste esos ungüentos que parecen otorgar la belleza absoluta. Belleza que a ti no te faltaba. La tenías. Cuando reías por tonterías, cuando gritabas justicia por las calles, cuando vivías sin tantas cortinas de humo. Cambiaste tus gustos porque un tirano quería convertirte en su decreto.
Tú creías vivir bajo la lluvia, y tener los rayos en tu cuerpo. En tus muslos, en tus caderas, y en tu vientre. Comenzaste a odiar las rayas blancas y moradas de tu piel, a odiarlo todo.
Pensantes "¿quién me va querer?". Mira a ese que tienes a tu lado. No, al diablo no, al otro. Al chico que te mira y lo ve todo. Al que compra las acuarelas para pintar tus mejillas. Al que sabe que vales más que esas de las revistas. Que las tigresas tienen rayas y pisan fuerte.
¿Por qué te duele tanto? Los espejos son espejos y no ven el alma.
Matemos todas juntas a los tiranos. Juntemos nuestras armas. Quemaron a las brujas por reales, ahora encenderemos las hogueras. Arderán los anuncios en los que muestran a nuestras compañeras desnudas, como si solo fuesen un maniquí por el que vender. Recorrerán las llamas todos los juzgados donde no quisieron escucharnos. Donde convirtieron a la mujer en un número. Arderá el dinero creado con la sangre de una inocente.
Pintemos los espejos de violeta para poder ver la igualdad, por fin de nuestro lado.