A cada movimiento del segundero, una arruga nueva. Los ojos más profundos pero más cerrados, más ocultos. Las manos más desgastadas. Las piernas más cansadas. Allí fuera, en el exterior, pasan coches modernizados. Gente con prisas, sin tiempo para pensar. Para amar.Ya han pasado unos pocos minutos. Han nacido hijos y nietos, bisnietos, tataranietos. Solo en unos pocos minutos han pasado generaciones. Porque lo que para mí, o para ti, o para ellos, son décadas, para la historia, para el curso del tiempo, solo son un par de minutos, una sucesión de hechos aislados. Historias y más historias. Composiciones de gente que acaba convirtiéndose en polvo, en arena, en partículas imperceptibles.
La señora de arrugas dibujadas en el rostro, de manos desgastadas y pies molidos, ha intentado hacer frente al tiempo, al paso de los minutos crueles, que marchan sin avisar. Ha intentado dejar su huella en la tierra, pero la lluvia la ha acabado borrando. Ha querido no caer en el olvido.
Al final la historia la ha acabado borrando. Abandonando. Descuidando. La ha encerrado en ese baúl perdido en el fondo del mar, al que solo fueron los que no llegaron a ser nada.
Precioso, no puedo decir otra cosa. ¡Un beso!