En muchos momentos de la vida, te planteas tantas cosas: tu existencia, el sentido de la vida
incluso la procedencia de tus pensamientos. Llegamos al extremo de meditar si la fuente de nuestros razonamientos fue libre o condicionada. Si el bagaje que contienen, es de nuestra cosecha o de la de agentes externos. Si tus decisiones contribuyeron en el camino o simplemente fueron ideas sin sentido. Pero, hay una cosa que debemos tener clara: los pensamientos son alimento de nuestro ser, luz en la vida y únicos culpables de nuestra historia.
El pensamiento es algo precioso, increíble, sorprendente. Nunca podrías imaginar lo curiosa que puede ser tu mente. Las locuras que puede pensar y lo lindo que es ver, lo obediente que puede llegar a ser. Pensar, te permite luchar contra los dogmas impuestos por la sociedad, impuestos por una mentalidad posiblemente opuesta a la tuya, una mentalidad conformista, relativista. Es evidente que durante el trayecto, tu familia te haya inyectado una dosis de valores y de criterios básicos para la convivencia social, pero la vida, también te ha dotado de una capacidad de juicio, duda, incertidumbre, que permite cuestionarte si esos valores son legítimos o no. Tú eres el único responsable de tu camino, el sujeto que ha de decidir por donde conducir sus pensamientos y emprender su vida.
Ralph Waldo Emerson decía: El pensamiento es la semilla de la acción. Cuánta razón tiene y que difícil práctica ¿No? En la vida hay que ser valientes y egoístas con la manera de pensar, creencias y opiniones. Si has decidido que tu vida gire en torno a ese fundamento, perfecto, eso quiere decir que ha sido reflexionado y justificado, por consiguiente, por muy cuestionado o tentado que esté, tú serás firme a él, ya que tus acciones se basan en él.
Un consejo, nunca dejéis de pensar, nunca dejéis de cuestionároslo todo, porque aquello, por muy trascedente que os parezca, ha de ser testimonio válido en vuestra vida.
