Hay un lenguaje, que es el que más habla; es el que calla.
EL LENGUAJE QUE MÁS HABLA
Aprendió de la grandeza de las palabras,
se extasió en el sublime lenguaje de los versos,
sintió orgullo de la fonética de su lenguaje,
disfrutó desgranando la mazorca escrita de las palabras,
las arrojó a las aguas, para que en la mar viajaran.
Se hizo sabio entre los sabios,
asistió a las grandes convenciones, para escuchar los diálogos,
agudizó sus ojos para oír más allá de las palabras,
se encerró en el bullicioso monologo, huyendo con sus grandes alas.
Escuchó las conversaciones de la brisa cortejando el viento,
la despedida de la luna con el sol,
el cuchicheo con su rencuentro;
las carcajadas cuando juagaban al escondite,
los veteranos gigantes, la tierra, la luna y el sol.
Las risas de las charcas acariciadas por las barcas,
las charlas de las ranas entregándole,
el fruto de su amor a las aguas,
el canto de la lluvia sobre las adolescentes ramas,
el balbuceo de las cigarras cuando se embriagaban.
El enojo de los mares y cielos,
el llanto, el miedo, la emoción
cuando de improviso se encontraban
los vientos del norte y del sur,
el susto de la tierra cuando llegaba el Monzón.
Las locuras y travesuras de cacatúas y loras,
el diálogo de los cisnes cuando se aman,
el roce de las hormigas y las mariposas,
llevando alimento, asegurando el invierno.
Regresó feliz a su estancia,
irradiando infinita paz;
había comprendido el lenguaje de los sabios:
¡Callar, para que los Otros se puedan escuchar!
Tiene un remate... excelente. Bien logrado. Para pensar, y a veces, si uno puede, callar. Saludos, salud!