Qué felices cantábamos juntos siendo jilgueros que soñaban ser cisnes nadando al atardecer en el río del amor.
Qué dolor y tristeza me invadió, cuando en soledad, te convertí en alcaudón y me vi clavado en tu árbol de espinas.
Qué alivio tuve en el alma cuando te encontré convertida en blanca paloma y diste paz a mi sufrimiento convirtiéndome en gaviota.