No hace falta estar dormido para soñar.
No hace falta estar dormido para soñar.
En una calle de Bejar, una niña pequeña, arrastra su mochila, y con un bonito dibujo rosa y estas palabras, llama mi atención.
Es un colegio por donde trasiega esa niña pequeña, sangre de dos querubines, dos ángeles a los que echo de menos, a veces el silencio puede cortar más que el más poderoso puñal.
No hace falta estar dormido para soñar.
Inquiero por ti toda jornada, nacida
de los huesos del albor, del jadeo nato,
no escrutó tu caparazón, tu dermis, tu parca
para baldear tus peanas, tu vigor, tu maestría
un plazo de ristras oportunas.
No germinó hacia ti desolado,
para ti desierta, para ti la segundilla
con sus arduos derredores de sazón añil:
lo anchuroso de las exclamaciones de este orbe, la perfección
de la génesis impávida que rehílan en la heredad, la sordina
barco en la tiniebla, indiviso lo que subsistió en un parpadeo de pestañas
ataja extenuarse y desaguar.
Te inquiero:
eres nada, o todo, persigo respuesta, muralla o libertad
tal vez lluvia del reguero que a mi viene perseguida
una sonrosada generosa de himno y pureza, eres
y tal vez, la blasfema primavera en eclosión
en la primera semblanza del temblor de las lajas compasivas
cuando entona el reducto a la luminaria de Diana
canta el lobo a su luz, tu allí, yo aquí
irrumpiendo la lobreguez del guindo irracional,
la guitarra que te era destinada, sonó,
adueñándose de los perfiles de mi mundo
y los ojos que ciegos desean besarte.
Sé: es mi armón, mi tumba
Sufrir, cuando sufres
tengo la sílaba guardada en mi garganta,
quiero decir amor, quiero decir te quiero
atajar los días más caros y sepultarlos
en lo profundo del monte, indigno en pámpanos hoscos y calados,
a intervalos, seguro del traicionero céfiro, que remueve la soledad
aunque arboles tengan miedo, no lo ha de tener mi pecho
horadado de las heredades insondables, aterido
en los postremos bellotes árticos, quedo
socavado, allende de los fanales misericordiosos,
en la sangre, en el dolor, todo lo que alcanzo a pensar
y dártelo, en eso días fríos de soledad, sin mí, sin ti.
Te inquiero, escudriño tu hechura dentro mío
cielo negro, cielo claro, no abandones, su pensamiento
no sé motivo, pero ella es la vida,
a la que tanto debo,
ella es la tierra, está llena de mi erario agrio
es la sal, la única geografía, qué mi mente sabe
el único sitio, donde mi ser quiere estar.
¿Qué parte de su vida, no es un pregunta,
que palabras no son por mi corazón dirigidas y amadas?
Donde escondí los caracteres de su nombre, bendito
gemidos salidos de sus entrañas , éxtasis de su sueño
sílabas que nunca antes pude pronunciar
no sé si con derecho, pero la he tocado
la ternura penetró en mis adentros, y quedose en ellos
eres ser, estrella conmovedora, de la dirección en la que habito
trasiego y antes caminante fui, la tierra era ciega, pues no veía
solo supe, entendí, el día, que el vehemente amor hizo,
que mis ojos, tus pasos, mis ojos te buscarán.
No hace falta estar dormido, para soñar.
Solo existo vivo, si junto a ti mi roce existe
existo entre tus dones, cuando hablas,
cuando callas, cuando llego a ti, la tierra final.