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49 Trillones

Hace exactamente 10 años dejo de gustarme el mate. Fue de una manera bastante abrupta. De un día para otro note que ya no me sabía bien. Recuerdo que una mañana me levante, puse la pava al fuego, la yerba en el mate, comencé a sacarle un poco el polvo y una vez lista el agua la eche en el termo. Luego me senté como todas las mañanas con la idea de leer el diario y tomar mate. Pero al momento de cebarme el primero me di cuenta que sabia apestoso. –será que tiene mucho polvo- pensé. Me cebe algunos mates mas pero todos seguían siendo apestosos asique resignado lo deje allí. No me llamo la atención en ese momento, después de todo no es algo de otro mundo cebarse unos mates feos alguna que otra vez. Pero por la tarde cuando me dispuse a cebarme otros me di cuenta que estos, al igual que los de la mañana, estaban horrendos. Lo primero que se me ocurrió fue que quizás la bombilla estuviera sucia. La puse a hervir con sal en una olla para quitarle la suciedad del interior. Al rato volví a preparar el mate ya con la bombilla limpia pero obtuve el mismo resultado, mates apestosos. Lo deje allí y me prepare un café.
Al día siguiente por la mañana, como todos los días, me prepare el mate. No recordaba que el día anterior me habían salido horribles, asique lo prepare así sin más. Pero tras tomar el primero me supo feo y me acorde lo del día anterior. Recuerdo que tire el paquete de yerba que tenia abierto y me saque uno nuevo de la alacena –seguro que tenía mucho polvo- supuse. Pero me equivoque al pensar que cambiando de paquete la cosa mejoraría, el mate que prepare me supo aun peor que el anterior. -¡pero que cosa extraña!- no es la bombilla, no es la yerba, ¿que rayos sucede?.
La otra opción que me quedaba era cambiar el mate de calabaza y probar con uno de vidrio. No tenía mucha lógica pero no perdía nada con probar. Pero, como ya adivinaran a esta altura, nada cambio. Y el mate seguía sabiendo apestoso.
Me compre una nueva bombilla, cambie de marca de yerba, probé mate en la casa de mis amigos, pero no había caso, los mates me sabían horribles. Luego deje de intentarlo.
Dejar de tomar mates fue duro. Lo hacía por lo menos 3 veces al día. Por la mañana en el desayuno, luego a media mañana, y por la tarde luego de la siesta. Cuando el día estaba soleado los bebía amargos. Cuando estaba lluvioso los hacía dulces. Pero de un día para otro ambos me sabían mal. Deje de tomar mate y para saciar el vacio comencé a beber té con frecuencia.

En el momento en que dejo de gustarme el mate todo comenzó a cambiar en mi vida.
Y un día deje de mirar los partidos de mi equipo de futbol.

Desde pequeño, era hincha de Boca Juniors. Mi padre lo era, y su padre antes de el. Los equipos de futbol son algo que pasan de generación en generación. Cuando a un padre un hijo le sale de otro equipo de fútbol es como si hubiera fallado en algún sentido en su rol de padre. Claro que esto es una exageración, pero se vive así de alguna manera. Si bien quizás lo mas lógico sería que se deje en paz a los niños y que ellos decidan de grandes a que equipo de futbol les apetece alentar, sería lo más razonable. Solo que las cosas no funcionan con lógica en el mundo. En vez de esto desde pequeños te guían para que seas de este o aquel equipo. Te regalan camisetas, te pintan el cuarto de los colores del club, para los cumpleaños te decoran la torta con el escudo del equipo y todos los domingos te sientan a ver el partido. Es por esto que sucede que cuando un niño decide ser de otro equipo, se ve como un fracaso.
Pero este no es el caso de mi padre, porque yo deje de ser hincha de Boca de grande. De hecho mi padre ya estaba muerto para ese entonces. Un día estaba mirando el partido y me di cuenta que no tenía ganas de ver eso. El partido era malo, era puro pelotazo. Cambie de canal.
Al domingo siguiente me puse de nuevo a ver el juego de Boca y sucedió lo mismo, a los 15 minutos del partido me aburrí y me puse a leer un libro. Luego deje de darle importancia a los partidos, al principio los ponía mientras yo me dedicaba a hacer otra cosa. Al tiempo comencé a ponerlos en mute y finalmente, deje de mirarlos. Al tiempo ya ni me enteraba de cómo había salido el resultado, deje de mirar la sección deportiva del diario, simplemente lo borre de mi mundo. Se me borro el interés como a uno se le olvida el rostro de un peatón al que se cruza en la calle.

Ese fue otro cambio importante que experimente ese año. Al mismo tiempo, recuerdo que a mi esposa Soledad le había llamado la atención un cambio de actitud que yo tenía. Me decía que estaba mucho más educado.
No es que antes de eso fuera una persona descortés, pero me señalo que mi forma de hablar y mis actitudes habían cambiado. Estaba mas amable. Pedía permiso y perdón todo el tiempo. Hasta estaba cambiando mi forma de vestir, reemplace las remeras deportivas por camisas y . Eso le encantó.

Y mas tarde comenzaron los problemas matrimoniales. Sucedieron al año siguiente, es decir hace 9 años. Por aquel entonces perdí el interés en mi mujer.
Me hago cargo y me atribuyo toda la responsabilidad al respecto. Ella no tuvo nada que ver con eso. Pero dejo de interesarme. Así de simple y así de duro.
El matrimonio se había transformado en un trámite aburrido y molesto. Ya no nos divertíamos de ninguna manera, dejamos de ir al cine o a cenar. Me molestaba levantarme por las mañanas y encontrarme con ella durmiendo a mi lado. Perdí todo interés sexual hacia ella y dejamos de tener relaciones. Dejamos de hablar. Estar en casa se transformo en un martirio, se sentía que nos hundíamos en un pozo oscuro de donde ya no se veía la luz exterior. Intentamos ir a terapia de parejas pero no tarde mucho en darme cuenta que lo mejor sería separarnos e intentar seguir por nuestra cuenta.
La decisión la tome yo solo. Y un día se lo comunique. Como me sentía culpable por echar por la borda aquella relación, deje que ella se quedara con la casa y el auto. Me marche solo con un bolso lleno de ropa y algunos libros. Me mude a un pequeño departamento e intente seguir con mi vida desde allí. Luego de tramitar el divorcio no supe mas nada de ella hasta muchos años mas tarde.
Los cambios en mi vida se precipitaban a toda velocidad, primero el mate, luego el futbol, mi matrimonio, mas tarde fue el turno de mi trabajo y hasta el tango ya no me llamaba la atención. En algún momento había entrado en un vórtice que quien sabe a donde me arrojaría. Pero en algún lugar estaba maravillado con el rumbo que estaba tomando mi vida. Andar a la deriva como un barco en altamar tenía un efecto estimulante y ansiaba saber que sería de mí. Estaba jugando a la ruleta con el destino, mi vida se había librado a la suerte del azar.

De algún lugar de mi, me surgió el deseo de aprender a hablar ingles. Decidí tomar clases en un instituto, me sorprendió lo rápido que aprendí a dominar el idioma. La pronunciación se me hacia lo más natural del mundo y comprendí la lógica de las reglas del idioma rápidamente. Abandone el instituto y me puse estudiar por mi cuenta. 4 meses después ya dominaba absolutamente el idioma, como si lo hubiese hablado toda mi vida.
Para continuar con esta serie de cambios, decidí irme a vivir a otro país. Ir a Inglaterra me pareció el destino mas lógico. Nunca me había llamado la atención aquel país, pero cuando considere la opción de mudarme y cambiar de aires fue el primer lugar que se me vino a la mente. Lo considere un poco y sentía que era la única opción que tenía sentido. Era Inglaterra el lugar donde debía rehacer mi vida.
-Quizás la decisión de comenzar a estudiar ingles haya sido de alguna manera una premonición- pensé. No le di vueltas mucho tiempo a la idea. Renuncie rápidamente a un trabajo al que ya no le encontraba ningún atractivo y pocas semanas después ya estaba encima de un avión rumbo a las tierras de la corona.

Me acostumbre rápidamente a mi nueva vida en Londres. Conseguir empleo me resulto mucho más sencillo de lo esperado y al mes ya estaba trabajando en una compañía de seguros. Mis compañeros estaban maravillados con mi forma de hablar inglés. Podía hacerme pasar por un Londinense y la gente ni cuenta se daba de que en realidad era un extranjero.
No solo me adapte a mi trabajo, adquirí nuevos gustos. Me hice fan de la música inglesa y hasta conseguí nuevo equipo de futbol, el Arsenal F.C.
Como el estadio quedaba cerca de mi casa, comencé a ir a la cancha todos los fines de semana. También descubrí que la cerveza tibia me iba bien y profundice completamente mi afición por el té. Me sentía un inglés de pura cepa.

A Olivia la conocí una cafetería. Yo me hallaba bebiendo un té y leyendo El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde cuando de repente ella simplemente se sentó frente a mi y me dijo:
-Amo a Oscar Wilde-
Yo solo la mire atónito. Como nunca me había sucedido que una mujer me hable de improvisto mientras yo me hallaba en una cafetería leyendo un libro no supe que decir.
-oh disculpa- me dijo avergonzada – es solo que no pude contenerme. ¿te molesta que me siente contigo? ¿esperas a alguien?
Yo seguía mudo, solo alcance a negar con cabeza y hacerlo un ademan para que se quede sentada en mi mesa.

3 meses luego nos casamos.

Ella, al igual que yo, se había divorciado hacia pocos meses. Su ex esposo, al igual que yo, se había marchado y no habían vuelto a hablar luego del divorcio. Era un situación bastante similar a la que habíamos vivido junto a mi ex esposa.
Olivia escribía y dirigía obras de teatro. Cuando la conocí estaba comenzando a hacerse de una cierta popularidad que explotaría años mas tarde. Nuestra relación fluyo con total naturalidad y nos enamoramos rápidamente. Compaginábamos perfectamente, como si toda la vida hubiésemos estado esperándonos.
Luego de casarnos me mude a su casa de un barrio bien acomodado de Londres. En la noche en que nos casamos gestamos a nuestro primer hijo y 9 meses después, Olivia, Thomas y yo éramos una bella familia Londinense.



Era sábado, yo estaba en casa mirando el partido del Arsenal cuando sonó el timbre. Fui a atender y en la puerta estaba un muchacho. Me miro con cara de horror, estaba asustado.
-Hola- me dijo – tu debes ser Lisandro ¿no es cierto? Yo soy Walter.
Le dije que si, pero que no lo conocía.
-ohh, bueno. Soy Walter – repitió – el ex esposo de Olivia – en ese momento me estrecho la mano.
-ohh hola – le dije, estaba un poco asombrado de la presencia de él en mi casa. Como no supe que decir lo invite a pasar, y acepto.

-la casa esta un tanto diferente – me dijo mientras observaba todo el lugar.
-hemos remodelado un poco, ya sabes, un poco de pintura, cambiamos de lugar algunos muebles, compramos pinturas – le conteste - ¿Te puedo ofrecer un té?
-no gracias, ya no bebo té – me respondió. – un vaso de agua está bien.
Le lleve el vaso de agua y nos sentamos en el living. El hombre me miraba de reojo, seguía con cara de susto. Debía ser de mi edad. Era colorado, un poco más delgado que yo y tenía unas facciones un tanto grotescas. Hablaba como si fuera extranjero, pese a que siempre supuse que él era inglés, aunque no recordaba si Olivia lo había mencionado o no.
- Olivia no esta en casa ahora mismo, pero volverá en una hora, podemos esperarla aquí- le comenté.
- no es con Olivia con quien quiero hablar, es contigo- me dijo.
-¿conmigo? – le pregunte extrañado – oye, no quiero tener ningún tipo de problemas
-no es eso, pero hay algunas cosas que tienes que saber – me dijo. Poso su mirada en la televisión y se quedo observando el partido un momento. Yo estaba pensando que era de lo que me quería hablar aquel hombre. Me di cuenta que no sabía casi nada de él. No recordaba casi ningún momento en que Olivia me hubiera hablado de cómo era su ex esposo.
-yo era hincha del Arsenal – dijo un momento después. – muy hincha, solía ir todos los fines de semana a la cancha. Al Emirates Stadium, vaya belleza de estadio. Hasta no hace poco pensaba que era el más lindo del mundo, pero luego claro, conocí La Bombonera.
Termino la frase y poso su mirada sobre mi. Como si estuviera esperando que hablara, sabiendo que tenía algo para decir.
-yo era hincha de Boca – le conteste. No sabia que otra cosa decir – luego de venir aquí comencé a simpatizar por el Arsenal.
- Lo se – en sus ojos todavía se asomaba una pizca de temor. No se exactamente a que, pero sentía que tenía algo extraño para decir. – tú eras hincha de Boca cuando vivías en Buenos Aires, tu ibas a la cancha. No es lo único que has perdido en estos últimos meses. Abandonaste a tu esposa, tu país, tus pasiones, tu trabajo. O ellas te abandonaron a ti, depende como lo veas. Lo se porque a mi, de alguna manera, me paso lo mismo. Exactamente lo mismo.
No sabia que quería decir exactamente con aquello, no entendía a donde quería llegar. Claramente no había venido hasta mi casa a hablar de esto.
-pero luego te viniste a Inglaterra, te acomodaste a tu nueva vida, conociste a mi esposa, perdón, ex esposa. Se casaron, tuvieron un niño, y son muy felices ¿no es cierto?- me pregunto.
-Es todo cierto – respondí. - ¿pero a donde quieres llegar?
- lo que quiero decirte, es que yo viví lo mismo. Exactamente. Ya sabes que abandone a mi esposa. Pero antes abandone mis pasiones, mi equipo de futbol, mi trabajo, mis sentimientos. Todo se esfumo en un breve lapso de tiempo y mi vida de deshizo en un abrir y cerrar de ojos. En un parpadeo todo lo que había construido y todo lo que me había formado, todo lo que era ya no estaba. Ya no pertenecía a este mundo. Era como un extraño en el cuerpo y en la vida de otra persona. ¿Ya entiendes que es lo que quiero decir?
Negué con la cabeza. Estaba confundido, no entendía a donde quería llegar ese hombre, si bien lo que estaba diciendo era exactamente lo que me había pasado a mi en meses anteriores no sabía porque quería hablar conmigo de eso. Era un perfecto desconocido para el. y aparte, el temor que tenia en sus ojos me estaban inquietando. No sentía miedo, era otra cosa, era incomodidad.
-lo que quiero decirte, es que estoy casado con Soledad.

Las palabras quedaron allí, flotando como las pequeñas partículas que se ven con los rayos del sol que entran por la ventana en la mañana. El reloj dejo de marcar el tiempo por unos segundos mientras trataba de asimilar lo que me había dicho ese hombre. Soledad. Mi ex esposa. Tarde un tiempo en asimilar que era lo que dijo, en asimilar la magnitud de lo que acababa de decir. El siguió hablando.
-y fue casualidad, como lo tuyo con Olivia. Sentí que debía mudarme a Buenos Aires, no se muy bien como, pero lo sentía y lo hice. Al igual que tu, me acomode rápidamente a mi vida en Argentina. El idioma se me iba bien, las costumbres las sentí como propias, al tiempo hasta me costaba hablar ingles. No era un extraño en un país desconocido, me sentía tan argentino como cualquiera, es mi lugar en mundo. Y rápidamente conocí a Soledad y no enamoramos en un flash, al igual que tu y Olivia, y en seguida no casamos y tuvimos a Tomas.
-¿Tomas?- le pregunte. No era posible. Thomas era mi hijo, no era posible. ¿Qué posibilidad había de que aquel hombre, de entre todas las personas del mundo, se case con mi ex mujer? ¿y que yo lo haga con su ex esposa? ¿y que ambos tengamos un hijo y le pongamos el mismo nombre? Claramente no era posible, no en este mundo.
-Tomas, exacto. Lo que paso, es que, de alguna manera, cambiamos de vidas ¿lo comprendes? Yo estoy viviendo la vida que tu debiste vivir con tu ex mujer, y tu haces lo propio con Olivia. Tu has adoptado mis gustos, mis pasiones, mi forma de ser. Y lo mismo he hecho contigo. Es extraño, lo sabemos los dos. Pero sentía que debías saberlo y de esa forma yo también podría comprenderlo mejor.
¿Comprenderlo? De que hablaba este hombre. ¿Cómo se podría comprender eso? No era real. En el mundo no pasan esas cosas. Pero en algún sentido tenía razón. Yo había perdido mi vida meses atrás. Todo comenzó con el mate. Luego se fue desmoronando mi vida, el mate fue el grano de nieve que inicio una avalancha que arraso todo. Dejo un vacio que fui llenando luego con cosas que le pertenecían, al parecer, a ese hombre que estaba sentado frente a mi. Me adueñe de su esposa, su casa, su equipo de futbol y de..
-¿Tu trabajabas en la oficina de seguros?- le pregunté. Pero ya sabia la respuesta.
-yo trabajaba en la oficina de seguros- contestó. No hacía falta que le pregunte en donde trabajaba ahora. No hacía falta preguntar nada mas. Las cosas habían tomado forma y el mundo tenía un sabor diferente, de alguna manera estaba todo perfectamente ordenado.

No recuerdo como lo despedí. Quizás lo eche de mala manera o solo haya sido un apretón de manos y un hasta luego. Las cosas eran ya un tanto confusas en ese momento. Mi mundo interno fue una estrella de neutrones que colapso bajo su propio peso. No era sencillo de asimilar, no era asimilable. Y me llevo un tiempo hacerlo. Mi esposa noto que estaba actuando diferente las siguientes semanas. Y no es que estuviera arrepentido, que quisiera volver atrás y abandonar esta vida que no me pertenecía. No, era otra cosa. Estaba por demás a gusto con mi vida en Londres, con mi matrimonio con Olivia, con mi hijo Thomas. Pero también sentía que la perdida de mi vida anterior, no había sido cosa normal. Algo de alguna manera había actuado para que yo intercambie la vida con Walter. Algo que no es normal. Y asimilar eso me llevo un tiempo.

Ahora ya han pasado muchos años de aquel episodio. Mi vida aquí marcha de lo mas bien y con el tiempo ha dejado de incomodarme pensar en ello. Simplemente acepte la idea de que algo se agito en nuestro interior y nuestras vidas dieron un vuelco.
La posibilidad de que haya ocurrido esto, es infinitesimalmente baja. Habiendo siete mil millones de personas, Walter tuvo siete mil millones de personas para casarse. Y se caso con mi mujer, es decir, una posibilidad en siete mil millones. Y yo, con siete mil millones de personas para casarme, fui a casarme con Olivia, la ex esposa de Walter. Una posibilidad en 49 trillones. Este es un número imposible de asimilar para un humano, de hecho, el número es 6 veces mayor que la cantidad de minutos que tiene el universo.
Y como no se cuantos nombres de niños existen en el mundo, no he sacado la cuenta de la posibilidad de que ambos hayamos elegido llamar Tomás a nuestros hijos.

Fin

Polyethylene12 de abril de 2016

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