Porque nadie te dice lo que tú sientes,
porque nadie se atreve a decirte adiós,
porque todo, en la tarde, se desvanece,
te miro a los ojos y no encuentro a Dios.
Acepté tu vida como pensamiento,
me forje a tu lado, pero sin temor,
y ahora vuelvo loco a pedirte vida,
te miro a los ojos y no encuentro a Dios.
¿Por qué me ocultaste el duro delito?
¿Porque me escondiste del mundo feliz?
Ahora soy, navegante maldito,
que busca y no encuentra
en tus ojos a Dios.
Porque ausente dices que todo se olvida,
que la vida es trágica como un bandoneón,
que el callar es sabio y el llorar amargo,
te miro a los ojos y no veo a Dios.
(Ranchera dedicada a Frida Kalho)