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Noche de Silencio

No pasaba nadie a esas horas de la noche. Las farolas estaban encendidas, y el frío viento acariciaba suavemente sus abrigos. Él tenía la mirada perdida en el horizonte de aquel nevado parque. Ella le miraba preocupada. Sabía que estaba mal. Siempre que había pensado en una situación así, se le había figurado destrozado, llorando ante su desgracia, pero no, su cara no expresaba emoción alguna, sus ojos no miraban a ningún lado, y todos los músculos de su cara estaban relajados. Ella no podía dejarle a él con ese silencio que abrumaba aquel parque entero, de modo que lo rompió, alzó levemente la voz, y le preguntó:

-¿Qué vas a hacer ahora?

Transcurrieron unos segundos. El viento hizo acto de presencia en forma de susurro mientras que él respondía:

-No lo sé. ¿Qué crees que debería hacer? Era inevitable. Todos sabíamos que esta situación no se sostendría por mucho tiempo, incluso tu lo sabias. Yo lo sabía. Fui viendo como las cosas pasaban. Era consciente de lo que estaba pasando, pero también era consciente de que era algo que estaba fuera de mi alcance. Se acabó, y perdí. No se que va a pasar ahora, solo se que en el momento en el que me levante de este banco, nada volverá a ser igual. No se que cosas cambiarán en mi vida, solo sé que no será mi vida. Mis razones ya no tienen soporte sobre el que apoyarse. No se que va a pasar, y no me importa.

-¿No te importa? ¿Cómo no te va a importar? –dijo ella con un leve y agradable gesto de reproche- Es tu vida, de alguna forma te ha de importar. No debes ver esto como el fin de una cosa, debes verlo como el principio de otra nueva, y que ahora esta en tus manos, que controlas. Cuando te levantes de este banco hazlo como un hombre decidido, no lo hagas como un hombre perdido…

Ella era su amiga, esas fueron las palabras más comprensivas y llenas de ánimo que se podrían decir en una situación como esa. Él sonrió, al mismo tiempo ella atisbó como sus ojos se humedecían levemente, por lo que no llego a acertar si eran lágrimas de dolor o simplemente el viento.

-No… Tienes razón, pero te equivocas… Efectivamente esto es el principio de algo nuevo, pero no lo es por si mismo, me ha sido impuesto por el destino, contra mi voluntad. La “decisión” como tu dices no es un factor que sea aplicable a esta ecuación. De este banco se levantará un hombre perdido, sin saber que hacer ni donde acudir. Como tú has dicho, es mi vida, pero no me preocupa. No me interesa. Perdí la capacidad de vivir en el momento en el que mi sueño, mi deseo, dejo de estar apoyado por razones improbables frágilmente sostenidas por sentimientos irracionales. Era improbable. Era irracional. Pero no imposible. Ahora si lo es. Solo me queda esperar a que ese sueño, ese deseo, desaparezca, pues ya no entra dentro de la realidad. Hasta que ese sueño desaparezca, no seré capaz de apreciar esos buenos tiempos que en teoría ahora me pertenecen, que, como tu dices, “controlo”. Hasta que ese deseo no sea olvidado, seré poco más que un muerto viviente esclavo del pasado y siervo del recuerdo.

-¿Deseo? ¿Sueño? ¿Esclavo? ¿Siervo? –dijo estas cuatro palabras como si se le escapara algo, algo que no tardó en preguntar- ¿De que hablas?¿A qué te refieres?¿Qué es ese sueño?

- No es pedir demasiado… y es excederse del todo al mismo tiempo… lo es todo, y es nada a la vez… Ese sueño ahora imposible es…

“Que ella me besara como me gustaría a mi besarla a ella.”

Se le quedó mirando con una mirada compasiva, mirada que él no percibió, estaba inmerso en su mar de lágrimas, lágrimas que se deslizaban bajo su piel, lágrimas pertenecientes a unos ojos que no miraban a ningún lado. Al poco rato ella apartó la vista. Ya no sabia que decirle. En el fondo sabía que tenía parte de razón, por lo que dejo las preguntas, y se dedicó a acompañarle en el silencio de aquella noche fría y solitaria, sabiendo que acompañarle era lo único que podía hacer por él en ese momento.
Raftel01 de febrero de 2009

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