Delirios de grandeza, de locura o de rebeldía, no lo sé… Pensamientos que afloran a la superficie para dormir conmigo y contagiarme de sus pesadillas. Personas que viven conmigo, que caminan a mi lado, que me hablan, me animan, me acompañan. Personas que ignoro, que olvido, que trato de dejar atrás. Pero no puedo.
Recuerdos fugaces de una vida amarga. Amaneceres fríos pegados a las sábanas, olvidados en una cama sin hacer. Sueños que se quedan dormidos sobre mi almohada mientras yo salgo a enfrentarme, como cada mañana, con esa impertérrita ciudad. El aire helado me corta los labios, me entumece las manos. Sabor a sangre, dolor, no importa, eso es bueno, me hace sentirme viva.
Vuelvo a casa como cada día, esa casa ocupada pero vacía de vida. La cama hecha. Los sueños ventilados. Y los delirios ya no son de grandeza, ni de locura, ni de rebeldía. Son delirios sin más, sin apellido. Y cuando los delirios llegan sólo puedo hacer una cosa, y es lo que hago: escribir.