Un día tuve fuerza para cambiar algo. Nunca me habían dejado creer que la tenía, pero allí estaba. Le di un latigazo al miedo en ese momento, aproveché que la valentía me había visitado para dar un gran paso. Ahora mi vida es diferente, pero de vez en cuando, tiemblo. Y lo hago porque esa decisión del pasado es mía y de nadie más, y soy yo la que tiene que mantenerse segura de sí misma. A veces nos gustaría tener apoyos a nuestro lado, el vivir es mucho más sencillo así, en compañía, mientras nos animan, mientras piensas por tanto que todo lo estás haciendo como debe ser y está bien.
Pero no hay nadie. Solo tú, contigo mismo. Intentas agarrarte a algunos brazos, en vano. Pensándolo bien, a veces el estar rodeado sólo te hace más débil, o mejor dicho, creerlo.
Es difícil, pero con creer en lo que haces, es suficiente. Básico para no necesitar nada más, para tampoco esperar, para valorarte mejor.
Nunca nadie se va a poner en tu idéntico lugar, ni tampoco hace falta. Ya las lamentaciones están de más, también lo están las culpabilidades, y sobre todo, las lágrimas. Así que sólo quiero de mi, firmeza, y que si me hacen dudar mil veces del mundo, lo único que importa es que no dude de mi. Que lo que se presente está de más, siempre que yo esté de mi parte; y que todo va a estar bien cuando yo lo esté.