El cuerpo de un hombre se recorta en el horizonte de unas sábanas gastadas, el humo de su aliento traspasa el silencio mortuorio que lo rodea. Dormía siempre observado como si fuese un animal hermoso y salvaje que no ha sido adiestrado en la ternura y que temen espantar cuando curan sus heridas.
En el paisaje de su alma invernal un viento gélido arrastra las hojas escritas, las eleva y juega con ellas formando remolinos que susurran secretos inconfesables. Se adivina que es un poeta mediocre que abre la puerta a su silencio palmario y salen al aire las miserias escritas en destacadas letras rojo sangre. La vergüenza de sus equivocaciones le escuecen dentro cuando un día traspasan la piel y son descubiertas. Ha sido desertor de si mismo nacido en la desdicha de ser victima de un líquido moldeable por el susurro del viento.
Sueña con empezar de nuevo y abrir los ojos como un renacido que deja atrás a la amarga naturaleza humana en la que ha estado hasta entonces, sin saberlo. Sueña con sobrevivir al espanto que lo acorrala, llamado asesino de sueños, y vivir por amor a la vida abrazado a sus torpezas.
Despierta de su letargo y reconoce que fue dominado por la voluntad de una ilusión disfrazada de un fulgor brillante, placentero y efímero. El susurro del viento le trae una promesa de resurrección esparciendo las cenizas de su memoria equivocada basada en castillos en el aire, y aprende que siempre sale el sol en un nuevo amanecer.
Siempre sale el sol, en un nuevo amanecer. Me encantó tu historia Remi.
Saludos muy muy cordiales.