Nunca volveré ha hablar en serio
sin ego pero con ingenio,
desde que tu llegaste todo es un juego
con tus reglas, mi participación
y con tu desastre en el ropero;
camas húmedas regadas de consuelos
esperanzas en el piso, como calcetines en el suelo
y yo aquí sentado, en la orilla de nuestro lecho
recogiendo las migajas que me encuentro de mis sueños.
Quedan brechas encendidas
tenuemente dan su fuego
sabedoras que en cualquier momento
el crudo paso del silencio
extinguirá su ciclo incierto.
Yo las contemplo, como contemplo el cielo
ese que alguna vez veía con recelo
tantas estrellas para una noche
demasiadas para un sujeto.
Mas tranquilo y sin culpas
sabedor que en algún momento
cada luz, cada brillo
se consume con el tiempo,
como tu, como todas
Las estrellas del firmamento.
Me derrumbo en mi cama
(lo único suave que de tiempo acá siento).
Cierro boca, cierro ojos
Soledad.
(Si lo sabes jugar, uno de los mejores juegos).
