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Por Entre Las Huellas Perdidas- Segunda Parte-

LA LLAMADA DE LA DIOSA NEGRA.

Agarrados de la mano salieron del hotel, aferrados el uno al otro, sujetos al igual que eslabones de una cadena firme y unida. Ella seguía con los ojos tapados. La madrugada se adentraba en una noche dormida, pero amenazante. La larga avenida seguía solitaria, daba la impresión que el asfalto se perdiese hacia el infinito, más allá de todo tiempo, pasado, presente o futuro. El sonido inquieto de sus pasos reflejaba el palpable nerviosismo, al sentirse perseguidos, señales lejanas que les oprimían el aliento. Marchaban en una angustia fría y seca, la sensación de inquietud se marcaba sola al ritmo del reflejo de un relámpago, a cada segundo, rebotando la sensación de alarma sobre la nuca. La evolución gradual de su perseguidor se confirmaba, el acecho de un depredador, justo en su maniobra más incierta, en su estado natural, el de noche cerrada. Las luces de las farolas oscilaban, deslumbraban al parpadear, se fueron apagando una a una, de lado a lado, encadenadas por simpatía, al compás siniestro de un hábil encantamiento. Ella paró la marcha en seco, se volvió hacia su pareja con su rostro fascinado por las circunstancias, le hizo sentir tras su gesto que ya no era el quien dominaba la situación. Entonces lo besó ardiendo en pasión repentina y desenfrenada, se retiro la venda lentamente, pretendía que observara sus ojos azules. Su acompañante percibió como su corazón latía con fuerza, como los ojos se le iban cambiando de color, se fueron inyectando rápidamente al rojo vivo. Se dejó rodear por sus brazos, dejándolo inmovilizado por completo, seducido en aquel hechizo que le hacia sentir más unido y único a si mismo que nunca. Hasta que empezó a no poder identificar del todo a aquella imagen de mujer que se apoderaba de su ser por segundos. Se le soltaron los cabellos ante una racha súbita de viento, sin advertir que las sombras de los árboles se alargaban como tentáculos, la oscuridad total de la noche los iba engullendo e invadiendo por todas partes. Entre la sorpresa o la alarma de lo inesperado, la luna llena agrando su tamaño en cuestión de segundos, con fuerza, dinamitó y extendió al cielo su luz potente, un cañón directo de claridad se derramo por completo, apaciguando con su fuerza a las tinieblas amenazantes, quedando solo al compás del viento, las sombras lúgubres de los que fueron, los amantes perdidos. Volvió la mirada hacia su perseguidor inmediato, mientras no paraba de besar a lo que ya parecía más bien su víctima, con ansia lujuriosa, con las formas y maneras totalmente perdidas en la vorágine, en la sed. Aquel hombre bien trajeado, de alta estatura y pelo canoso, se detuvo ante ellos. El mismo que solo unos minutos antes los estuvo observando desde la calle, no desconocía que estaba igualmente siendo vigilado, solo ahora se adivinaba por quien. Parecían juegos siniestros a escondidas, funestos planes bien estudiados de ante mano.
-¡Eres el centinela!- Afirmo segura de si misma, sin apartar la mirada hacia aquel rastreador, con maniobra ágil y sinuosa se reincorporo rápidamente, con total indiferencia o desapego hacia ningún asomo de culpa, dejo de su boca y dientes que siguiera manando la sangre a borbotones.
-Chandi es la hora, debes dejarlo y volver conmigo. Kali os lleva esperando hace mucho tiempo –Su voz era suave pero firme, sin perder esa señal personalizada de cierta clase ancestral, más bien consanguínea.
-Te advertí, no debiste dejar que me quitara la tela que cubría mis ojos, insensato, si consigues el sacrificio de la madre volverás a encontrar la vida nueva.- Con un solo soplido lleno de desprecio, desplazo aquel cuerpo ahora mustio y marchito, el cual hace solo unos minutos besaba ardientemente, desde la pasión más rebosante y plena que pueda ofrecer un único ser. Lentamente se fue embadurnando el rostro y uno de sus senos con sangre, mientras colocaba un pie sobre el pecho de la víctima.
La noche lunar volvió a sus orígenes, una vez satisfechos los deseos, los siervos de la gran madre destruirán todas sus ilusiones. Chandi se alejaba firme y vigorosa seguida del centinela de los sueños, a la vez que dedicaba oraciones ensordecedoras, las palabras fluían de tal forma que parecían transportadas por el viento, todo quedaba guardado por la madre del tiempo, la diosa oscura, fin y principio de toda vida: “Renaceréis con la ruptura del ego, desde la destrucción de la ignorancia, con la llegada del conocimiento”.

Rocofredo09 de julio de 2013

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