Una vez tuve un sueño en el que un alma afligida caminaba sin rumbo sobre oscuras tierras. Desde entonces, tras la estela de aquellas visiones desgarradas, mis dedos dibujan con palabras los sentimientos que conmigo se desatan.
Escribo y no sé por escribo. Leo y no sé por qué leo. Alguien dijo que escribir era liberarse, y leer consistía en dejarse atrapar. Quizá aquella persona tuviera razón, pero eso es un horizonte que aún me queda muy lejano.
Yo sólo sé que un sentimiento desconocido despierta cuando escribo, y que las palabras grabadas con la inercia del corazón son leídas por la persona que más quiero en este mundo.
Sí, creo que ya comprendo por qué mis dedos teclean y teclean.