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Destino .

Martina había existido cincuenta y siete veces, había tenido cincuenta y siete vidas, se había llamado de cincuenta y siete formas, había crecido cuarenta veces, llegado a los veinte diez veces y había muerto cincuenta y seis veces, hasta ese momento.
Se había enamorado de cincuenta y siete personas y se había casado ninguna vez.
Andrés había existido cincuenta y nueve veces, había tenido cincuenta y nueve vidas, se había llamado de cincuenta y nueve formas, había crecido cuarenta y ocho veces, llegado a los veinte tres veces y había muerto cincuenta y ocho veces.
Se había enamorado ninguna vez, hasta que conoció a Martina.
Se conocieron en la vida número cincuenta y seis (de ella) y la cincuenta y ocho de él.
Fue de casualidad, él la vio entrar al negocio de antigüedades, y sin pensarlo ni una, ni dos veces, entró.
Ella lo miró con sus ojos negros azabache en un gesto de reconocimiento, y él le dedicó una sonrisa torcida.
La invitó a tomar un café, ella aceptó su invitación con un leve movimiento de cabeza.
No hablaron en todo el camino, no hablaron cuando se sentaron a la mesa, no hablaron hasta que ella rompió el silencio con dos palabras, las suficientes como para saber que estaban en el lugar correcto.
Te conozco, le dijo Martina y entonces el supo que ella estaba en lo cierto.
Satire01 de abril de 2011

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