Él, siempre la había amado, desde sus tempranos doce años, incluso su adolescencia, y ahora, su juventud. Incluso, al verla convertirse en una mujer fantaseaba con poder sentir su piel, besarla hasta el agotamiento más profundo y recorrer cada centímetro de su cuerpo, de la cabeza a los pies.
Ella, en cambio, lo veía como lo que era: su hermano.
Él la observaba en secreto, cuando se peinaba antes de ir a dormir, cuando se miraba al espejo con lucida vanidad, cuando reposaba en el jardín; y sufría, sufría por no poder contener toda esa belleza con sus manos y su boca, y todo su ser.
Una noche, decidido a cometer un delito, del cual no estaba seguro- quizás nunca se perdonaría.
Silenciosamente entró en la habitación de Emily, e igualmente de silencioso se colocó a su lado, la observó durante unos segundos, que parecieron eternos. La besó, con tanta pasión, que jamás notó el sabor amargo del veneno de la boca de su hermana, ni sus ojos cristalinos de expresión ausente.
Podemos decir que es una mediocre recreación de Romeo y Julieta, con la diferencia que nuestra Julieta, nunca se dio por aludida, y nuestro Romeo
bueno, parece que tampoco.