Hay una niña que tiene miedo, miedo del rayo que rompe el silencio. Intentaba esconderse tras las sabanas blancas como si un escudo se tratara. Intentaba entrar en un mundo imaginario donde el miedo no existe, un mundo distinto al real.
Se introdujo en un maravilloso parque con distintos tipos de flores que brillaban como si de joyas se tratara, pájaros volaban libres cantando una dulce melodía que hacía alegrar el corazón de la pequeña exploradora. Observo cerca de ella un rio con un pequeño caudal, se acerco para tomar un poco de ese agua cristalina.
La pequeña sabia que todo aquello no era real pero quería creer que si, llego hasta el punto que no quería despertar. Era un mundo perfecto, hecho por ella para ella y en el cual solo podía entrar ella, era su caverna donde no había problemas y donde era feliz. Era la nueva Peter Pan que quería vivir en un mundo maravilloso y no crecer nunca más.
Después de investigar aquel lugar fantástico empezó ha echar de menos a su madre, todos los cuentos que le contaba antes de dormir. En ese instante se dio cuenta que si se quedaba en aquel lugar no vería más a la gente que más quería, no podría salir a jugar con sus amigos, no haría los fabulosos viajes con su padre y no oiría los fabulosos cuentos que le contaba su madre.
En un instante abrió los ojos y vio como los rayos del sol entraban por la ventana. Se dio cuenta que estaba en el mundo real, había abandonado ese maravilloso mundo y pero le daba igual porque aunque este mundo no fuese perfecto en el estaba todas esas cosas que le hacían feliz.
