Ya! Aquí me tienes desnuda.
Desnuda y blanca, más impúdica que la luna llena.
Desnuda y abierta.
Pides piedad?
No...
Desea como el fuego.
Quémate, arde en delirios.
Te rozo suavemente sin tocar
y el halo perfumado en iridiscencias
queman en las sinuosidades de tu imaginación.
Provócame que te provoco.
Pero no tengo piedad.
Ven...
Suave, sigiloso, dame tu mano.
Siente como mis uñas se entierran en tu palma,
no puedes ni quieres escapar.
Yace desnudo en mi regazo, entrégate.
Casi no respires, no me mires.
Sólo siente el aliento recorriéndote.
Prueba de tu propia sangre
en gotas tibias que caen de tu sien.
Y el zarpazo certero
en la culminación del éxtasis
saboreo la pasión de tu muerte.
Y una malignidad acecha,
el rugido interno de demonios primitivos
ardientes de lujuria no perdonan.
¿Qué hay detrás del destello luminoso?
Una oscura pupila se interna al abismo...
Al abismo...
Y te dejo alli.
El frio y la soledad,
la congoja de la noche.
(Imagen de Néstor Ranero: http://artedigitalranero.blogspot.com/)