Del Odio al Amor
Miedo, pavor, inseguridad, incertidumbre, asquito... todo esto sentía cuando veía un gato mientras paseaba a mi queridísimo perro (ciro). Era como ver al diablo, cuando aquellos gatos callejeros deambulaban sin yo saber ni intuir lo que pudieran hacer, y ya cuando veía que subían el lomo, me ponía muy nervioso y temiendo por mi vida.
Yo nunca tendría un gato, es que no podría, el enemigo en casa. Esto decía cuando mi novia y yo hablábamos de tener alguna mascota en el piso, pero he aquí que entra en juego ese factor sorpresa de la vida. Hace menos de un año, fui con Carmen (mi novia) y una amiga a ver unos gatitos que estaban en un garaje donde la gente les llevaba comida para que sobrevivieran. Tenían la mayoría pus en los ojitos y... uno me llamó especialmente la atención. De los ochos pequeños que tendrían semanas de vida, había uno atigrado con sus colores naranja y blanco, que andaba elegante entre los matorrales. No sé bien la razón, pero sentí la necesidad de llevármelo y cuidarlo. Yo, que soy imprevisible, no me conformé con eso, sino que quise una compañera para que jugara y no se sintiera solo, así que le dije a Carmen que elijiera una hermanita, y ella que le tenía echao el ojo a una, se decidió por la negra y blanca.
Llevarnos a dos y dejar a los cuatro restantes a su suerte, pudiendoles pasar algo en cualquier momento, no estaba bien, así que nos los llevamos todos en una caja de zapatos para casa. Fuimos al veterinario, los lavábamos, les dábamos la papilla, jugábamos con ellos... seis gatitos llenando el salón, con sus juegos de niños chicos, sus problemas para andar, las relaciones entre ellos. Tuve buen ojo con el atigrado, pues vimos que si uno de los otros estaba apartado o estaba malito, él se acercaba, yo lo veía como el hermano mayor. Fuimos consiguiendo dar los cuatro restantes, con la pena de no podernos quedarnos con todos por el show que podía ser aquello cuando se hicieran mayores. Cuando ya solo teníamos al naranja y blanco y la gata negra y blanca, nos pusimos a pensar nombres y Carmen acertó con los nombres: Buddha e India. Tan parecidos y distintos de carácter.
Buddha es, sobre todo, coscón, cariñoso, familiar. Por ahí anda con su buena barriguita, corriendo hacia la puerta cuando llegamos y tumbándose boca arriba para que lo acariciemos. Cuando choca con su gran cuerpo en el suelo suena un poco hueco y parece que se hiciera daño. Lo que más le gusta es entrar en el cuarto de baño con nosotros para tirarse al lado nuestra y ponerse a dar vueltas como una croquetilla para que juguemos con él. Bueno, y ahora tiene una costumbre muy graciosa, que si ve que vamos a cerrar una puerta, corre para entrar y esconderse debajo de una cama o mesa o lo que pille. Si nos echamos en el sofá a dormir la siesta o ver la tele, se pone pegado, ronronea fuertemente como si fuera un vibrador, y se duerme.
India va a su bola, si viene gente a vernos, ella sin hacer ruido se va a otra habitación a dormir, es muy lista y nos coge las vueltas para subirse adonde no debe. Cuando siente que uno de los dos, va a entrar en casa, corre, nos saluda y vuelve a hacer lo que estuviera haciendo. Tiene un protocolo para cuando me ducho. Se sube al borde de la bañera, se abre paso por la cortina y con cuidado y elegancia, llega hasta la pared, y aunque le salpique un poco de agua, allí se queda acompañándome. Cuando estoy todavía mojado y con la toalla, se acerca y empieza a chuparme o darme mordisquitos, hasta que ya me canso y me muevo.
Lo que más me asombra de ellos es el sentido que tienen para detectar que nos pasa algo a alguno de los dos. Pongamos por caso que yo estoy triste por lo que sea y me echo en el sofá. ¡No se despegan de mí! Los dos se ponen a hacerme cariñitos y van conmigo a todos lados hasta que ya me ven bien. Juegan mucho al esconder y a las peleitas, típico entre hermanos. Lo que yo no esperaba es que fueran nuestro despertador. Nosotros dormimos con la puerta cerrada, y cuando hacemos algo de ruido, suena como si fuera un gallo, un ruido casi constante y las patitas en la puerta de Buddha, para que le abramos. Al principio, molestaba un poco, pero ya le he cogido gustillo a ese momento. India, se queda sentada esperando. Abrimos, nos saludan, y ya siguen a su rollo. Los quiero.
Si quieres escribir sobre seres humanos, lo mejor que puedes tener en casa es un gato. - Aldous Huxley