Entre tanto recoger las andanzas olvidadas de un viejo cascarrabias, termine econtrando un dulzón sabor melancólico en las letras espejo de su devenir instrascendente. Alli estaba el viejo encontrando nadie y nada, tratando de envolver y desempolvar tantos recuerdos agrios y desaveniencias retorcidas. Ese viejo y aquel mar que algun escritor supo describir sin muchas hojas y con las palabras medidas. Allí el viejo, aquí la muerte. Allí su libertad, aquí su tiempo. Allí su niñez, aquí su adultez y a la vuelta de la esquina su último trago, su sed apagándose en el fuego de aquella bebida. Un devenir más a punto de convertirse en uno menos. Un trajin de lucha muda y sorda por sobrevivir y por transitar con algo de dignidad una desapasionada existencia. Las letras que escribí y releí mil veces para pulir un relato opaco y gris versando sobre una insignificante y pueril vivencia extinguiéndose ya y en retorno; en eterno retorno de ese ciclo que fluye y se agota para volver a arrancar. Sentí ese sabor dulzón, esa completa empatía y terminé la historia del viejo cascarrabias como si fuera la mía. A fin de cuentas, el viejo y yo no eramos distintos, el tiempo nos separa pero la instrascendencia sutil, implacable y mundana nos hermana. Vayamos por el trago viejo, tomemos y vivamos juntos tu último suspiro. Me queda aliento, y algunos soplos todavía, pero ya llegará también para mí el último trago a la vuelta de la misma esquina.
Carta de mi juventud a mi vejez.
Me ha parecido muy bien ese final pero la palabra que mas me ha gustado ha sido: "Adultez" Nunca la habia leido antes ( o notado asi). Brillante uso amigo. Saludos