El vuelo salía del aeropuerto a las 17:15 horas y nosotros todavía estábamos despidiéndonos de ellos, quienes para retenernos nos invitaron un té.
-Tu padre no quiere saber nada con que hagas este viaje, lo cree inoportuno-me dijo la abuela cuando estábamos solos.
-Tiene que entender que no puedo desaprovechar esta oportunidad- le contesté
Esta experiencia, quizás, le traía recuerdos de su juventud, pensé que por eso me retenía. Pero le prometí que si todo andaba bien para las fiestas estaríamos con ellos.
El reloj marcaba las 16: 30 horas cuando comenzamos a despedirnos. Estaba muy nervioso y el abuelo con lágrimas en los ojos me dio un gran abrazo y mientras nos alejábamos por los corredores, me gritó:
- ¡Vas a lograrlo
vas a crecer! Pero
¿Me vas a extrañar?
En ese segundo sentí que no podía contener más el llanto y exclamé:
-¡Sí, que te voy a extrañar, viejo!
Mi abuelo era poeta y yo seguía sus pasos. Ese día intentaba crecer y para eso necesitaba viajar a París. Allí estaba lo que buscaba. Y sin mirar atrás subimos las escaleras dejando nuestra familia; mi madre y yo tomábamos el vuelo. Aquello tan soñado comenzaba a ser realidad.
Tienes una gran tecnica, enganchas y tienes credibilidad en tu relato, para ser un relato tan corto queda cerrado de principio a fin, me gusta.
Un saludo.