Una amarilla luna
amante y radiante como el sol
llenaba ansiosa aquel cuarto.
Sucedió que un pequeño beso advirtió locamente
lo que sus cuerpos no querían evitar.
Presintió que sus besos ahuyentarían los vientos
y no los llamó.
Ni una palabra fue dicha.
Sus profundas caricias, sus manos, sus pies
andaban sin rumbo.
Cuando la luna comprendió
que no era una noche más,
ellos abandonaron la sencilla habitación
y se entregaron al sueño
y todo su amor también se quedó dormido.
Lo que no pudo escuchar la luna
fue dicho por él, al amanecer,
sin testigos.
Silvana:
Si que estan llenos de puro amor esos versos. La noche es el escenario perfecto para los amantes. Entre la noche y el amanecer suceden tantas cosas.