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Capítulo 16: Nada es Eterno

Ya sabía la verdad, ¿y ahora qué? Era un punto muerto en la partida, no servía de nada, ni a un peón llegaba. ¡Qué mal me sentía sin el pedrusco aquel! Fuera o dentro, era parte de mí y sin él, ¿qué iba a ser de mí?
Pero, lo primero, era despertarme y ver el día que me esperaba.

Estaba en mi cama, pero ¿cómo había llegado allí? Lo último que recordaba era haberme dormido en brazos de Will, nada más.
Salí de mi habitación y vi a mi madre.
- ¿Cómo he llegado? – pregunté.
- ¿No recuerdas nada? – Yo negué con la cabeza – Te trajo Will, qué buen chico, y muy guapo además, estarás contenta, ¿no?
Me puse como un tomate, ya había hablado con mi madre más veces de chicos, pero nunca tan directamente.
- ¡Estabas tan mona dormida en sus brazos! Era para fotografiar.
- ¿No te dijo nada?
- Sí, que lo habíais arreglado todo. Parecía muy contento – movió la cabeza hacia un lado, pensando, y al final recordó -: ¡Ah, sí! También me pidió que te dijera que fueras a la chocolatería a las once o así, que no importaba.
- Gracias, mamá.
- Pásatelo bien, que tienes vacaciones, no como yo.
- Hasta luego.
Eran las diez, así que a las once estaba ya en la chocolatería.
- ¡Hola! – le saludé al verle.
- ¿Qué tal? ¿Quieres algo?
- Un chocolate normal. Y estoy algo deprimida, ¿qué voy a hacer sin mi piedra?
- Aun puedes crear, ¿no? Se supone que lo que proporciona la piedra son los poderes del elemento, no los extras – sugirió.
- En cierto modo tienes razón, por intentarlo no pasa nada.
Me concentré todo lo que pude, como hacia cuando quería crear cualquier cosa. Tenía que hacer algo sencillo y pequeño para que la gente que estaba en la chocolatería no se diera cuenta. Una goma de borrar, por ejemplo.
Al segundo de pensarlo la tenía en mi mano.
- ¡Ha funcionado! – Exclamó al ver la goma en mi mano –. Tal vez puedas crear un zafiro como el tuyo.
- ¡Qué va! No te das cuenta que eso es demasiado complejo para mi minúscula cabecita.
- Creo que podrías. Eres muy poderosa, Sam – me animaba.
- Que no, pesado. Además, los objetos que creo duran muy poco. ¿Recuerdas la daga? Pues duró a penas dos horas – le conté.
- Pero Hiela sigue ahí, ¿no? Y ya tendrá un mes y medio, casi.
- Ella es especial, fue un sueño muy nítido, no lo controlaba yo – repliqué.
- Pues ya estás soñando con eso – bromeó él –. Tal vez… Es un poco descabellado, la verdad, pero podría funcionar.
- Dime, ¿qué se te ha ocurrido, genio?
- Tal vez, y con mucha suerte, podría quitarle a Nicanor tu piedra – me explicó, no del todo convencido.
- ¿Estás loco? Como te pille, te mata. Además, ni siquiera sabes donde la tiene.
- Que Iván le lea la mente – sugirió – Él podría acompañarme, si quiere, claro, y coger la piedra a distancia, utilizando el viento. Porque ya sacaron su piedra los hermanos, ¿no?
- Sí, pero sigue siendo arriesgado. ¿No te das cuenta acaso de lo que puede llegar a hacer? – le pregunté - No sé cómo, pero ha conseguido hacer magia.
- Ya sabes que él es mágico, uno entre un millón. ¿Cuántas veces te lo habrán dicho ya? Lo mejor ahora sería avisar a Marte o Samuel o como quieras llamarlo.
- ¿Por qué? – me extrañaba, pues se odiaban mutuamente.
- Es el único sabio con el que tenemos contacto.
- ¿Y cómo lo avisamos? Solo Hiela le llama vete tú a saber cómo.
- Pues que le avise ella – me contestó.
- Está en Canadá con Luna. No vuelven hasta año nuevo.
- Entonces esperaremos. ¡No te estreses! Estás un poco alterada. Tenemos casi una semana para nosotros.
Tenía razón, estaba de vacaciones y con él, después de un largo mes.
- De acuerdo – le dije con entusiasmo.

* * *

La semana siguiente fue toda una locura. Una locura divertida y romántica a la vez.
Fuimos a todos los lugares interesantes de la ciudad y no solo de la nuestra, sino también de Roma. Fue toda una sorpresa cuando, el día después de explicarle a Inés como se había solucionado todo, que Iván y Leah me llamaran ofreciéndome un día en la gran capital italiana.
- ¿¡Qué me dices!? – le grité de la alegría a Leah en cuanto me lo dijo por el móvil – Solo hay un problema, mis padres.
- Seguro que te dejan, solo será un día, pasaréis la noche en nuestra casa y listo – me seguía insistiendo –. Tú diles que tienes unos amigos en Roma muy majos que te ofrecen un impresionante viaje.
- Que no, además, en cuanto les diga que voy también con Will se van a enojar. Mi padre está muy chapado a la antigua.
- No tienen porque enterarse – dijo con tono pícaro y colgó.
Antes de decírselo a Will se lo comenté a mis padres. Omití quien venía y me sorprendió su respuesta.
- ¡Será magnífico! – exclamó mi madre.
- Muy bonito, sí, pero asegúrate que son de fiar, ¿eh? – Desconfiaba mi padre, hasta que habló por teléfono con Alessandro y se quedó totalmente convencido – Son buena gente, te lo pasarás bien.
Y no se equivocaba. Nos lo pasamos en grande viéndolo todo, desde la Fontana di Trevi hasta la Ciudad del Vaticano. Will y yo nos amamos más que nunca, una sola mirada era capaz de decirlo todo.
– Nada ni nadie en la vida nos separará – me susurró cuando estábamos sentados en el borde de la Fuente de los Cuatro Ríos.
– Solo nosotros decidiremos.
Llegué a casa más cansada que nunca, pero también muy feliz.
Sin embargo, nada es eterno.
Al día siguiente que fui al local para limpiarlo un poco, pues había estado abandonado desde hacía casi una semana. Cuando estaba en plena faena, entró Will.
– ¡Qué susto! – Le dije, porque me había sobresaltado.
– Perdón, solo venía a echar una mano.
– Toda ayuda es bienvenida – dije tendiéndole un trapo.
Acabamos enseguida y nos sentamos en el sofá. Sin poder evitarlo, nuestros labios se unieron. Para mí era imposible tenerle cerca y no besarle. Esta vez fue diferente, con más pasión, como si necesitáramos el uno del otro.
Mis manos agarraron su cuello, él me subió a sus rodillas. Mis dedos se enredaban en sus mechones negros mientras los suyos recorrían mi espalda. Me incliné más hacia él, lo que hizo que se acabara tumbando y yo encima.
Pero, repito, nada es eterno.
Samuel abrió la puerta con fuerza, interrumpiendo aquel momento que era solo nuestro. Me inundó la rabia, porque nos había estropeado todo, y también la vergüenza, pues como que no era algo para contemplar.
Nos levantamos lo más rápido que pudimos del sofá. Yo me mareé un poco pero Will me sujeto y dejó que me apoyara en él.
– ¡Tú, el traidor! – gritó a la par que corría hacia nosotros. Se me había olvidado, Hiela aun no lo sabía por lo que los sabios tampoco.
– No, estás equivocado. Él no me hizo nada, fue Nicanor. No sé cómo, pero se hizo pasar por Will – le expliqué antes de que se enzarzasen en una pelea.
– Eso explica la desaparición del libro – murmuró para sí.
– ¿Qué libro? –preguntó Will.
– Pues hay un libro de hechizos mágicos que teníamos guardado, pero desapareció hace un mes, más o menos.
– Pues lo tendrá él.
– ¿Tú no sabrás nada? – miró Samuel de reojo a mi pareja.
– No – contestó con firmeza.
– Eso espero – dijo el otro.
Se notaba la tensión en el ambiente. Miradas cargadas de furia atravesaban el local, hasta que, por fin, Samuel habló.
– Sam, ¿podemos hablar?
Le seguí hasta la habitación que había allí.
– ¿Estás completamente segura de que no fue él quien te hirió?
– Sí.
– Eso no me vale.
– ¿Y cómo quieres que te lo demuestre? Yo sé lo que vi y punto – afirmé.
Puso una mueca y chasqueó los dedos. Al instante había otra persona a nuestro lado. Era un viejecito de pelo cano y barba vestido con una túnica blanca.
– Sam, este es Lucio, otro sabio.
– En… encantada – murmuré.
– Lo mismo digo.
– Léele la mente y mira a ver si dice la verdad.
El anciano me puso una mano en la frente y cerró sus ojillos rasgados. A los dos minutos quitó la mano.
– Mucho has pasado para ser tan joven – me dijo.
– Solo ha sido en el último mes.
– El chico es completamente inofensiva, la ama de verdad – dijo dirigiéndose al otro sabio –. Nunca he visto tanto amor en la juventud.
– ¿Qué? –le grité – ¿Lo has visto todo, incluso lo más reciente? – él asintió – Es injusto, son mis recuerdos. Míos y de Will.
– Era necesario – me dijo.
Salí de aquella habitación algo cabreada. “Es mi mente”.
Abracé a Will en cuanto estuve a su lado. Ahora tocaba lo peor, decirles que me habían quitado el zafiro.

Sobras13 de enero de 2009

1 Comentarios

  • Purple

    jajajaja... y por fin nuevo capitulo, si es que sino insisto me quedo sin m?s, ?~?... pero al final siii, y lo que te digo es que k bonita pareja, y vaya con el tio otro que que brujo petardo jejejeje...
    un beso chausssss

    14/01/09 06:01

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