Al día siguiente de sacar mi
poder, en el recreo, le dije a Inés que teníamos que hablar y entonces
se acordó de nuestro acuerdo.
- Venga, cuenta, que me lo
prometiste insistía. Me aseguré de que nadie nos escuchaba le conté
todo. Desde el sueño hasta lo de ayer. Y, como era de esperar, no se lo
creyó.
- Vamos a la fuente, ya verás le dije. Fuimos hasta
la fuente y ella echó agua en sus manos.
- Demuéstramelo miré
a izquierda y derecha hasta cerciorarme de que no nos veía nadie. Luego,
pensé en que subiera, que se moviera a izquierda y derecha y volviera a
las manos de Inés.
- ¡Es alucinante!
- Sí, pero
mantenlo en secreto le advertí.
Inés asintió, juró y perjuró
que no contaría nada a nadie.
Al volver a casa vi que tenía un
mensaje en el móvil de Hiela. Donde siempre en cuanto pudiera. Al rato
ya estaba allí.
- Bien hoy vais a seguir practicando. Traje
varias lámparas y mucha agua nos dijo. A mí me explico como congelar
el agua y a Luna como quitar la luz a una sola persona como si se
quedara ciega. Cuando estábamos practicando Hiela se derrumbó, cayó al
suelo de rodillas.
- Hiela, ¡¿qué te pasa?! decía Luna, muy
preocupada. Hiela no respondía y tenía las manos en la sien. Dos minutos
ya estaba con nosotras.
- Demasiado pronto, aun no están
preparadas murmuraba una y otra vez.
- Dinos que ocurre le
dije mientras la levantaba del suelo.
- Vais a librar vuestra
primera batalla. Alguien está haciendo fuego en una callejuela de la
ciudad.
- Estamos preparadas afirmó Luna.
- No hay
otro remedio. Poneos capas para que no os reconozcan.
Nos
pusimos en camino al momento. El día era estupendo para mí. Había
llovido toda la mañana, así que podía usar los charcos como arma.
Llegamos a los diez minutos a la callejuela. No había nadie,
excepto un chico cubierto por una capa roja en el centro. Todo era
demasiado lúgubre, estaba anocheciendo y no había casi luz en el
callejón.
- Solo puede luchar una, sino sería desventaja y en
las batallas hay que ser justo nos advirtió Hiela.
- Lucharé
yo, no hay casi luz, estarías en desventaja Luna les dije.
-
¡Pero
! empezó Luna, pero Hiela la paró.
- Tiene razón.
Me adentré más en el callejón hasta estar a dos metros de mi
adversario. No le veía el rostro y él tampoco a mí.
Me
concentré hasta que solo existía la batalla. Comencé con algo simple,
lanzando hilos de agua y cosas por el estilo. Él lo rechazaba todo con
llamaradas de fuego. Luego la cosa se complicaba más a medida que
pasaban el tiempo. Nunca me había esforzado tanto mentalmente como esa
vez.
Una llamarada me pasó rozando la capucha y me eché hacia
atrás. Entonces una desgracia, se me fue la capucha y se me vio la cara.
Me la puse enseguida pero él ya me había visto. Mierda, pensé. Y, no
sé por qué, el chaval dio un paso atrás y pude apreciar sus ojos.
Rojos como el fuego, como la sangre. Pero no aprecié en ellos el
menor atisbo de ira, como pensaba que iba a ser. Por el contrario
demostraban terror y preocupación. Una angustia que jamás pensé que
podía caber en una persona.
Nada más vi de su rostro, pues caí
en una profunda inconsciencia.
Cuando me desperté estaba en el
local donde practicábamos.
- ¿Qué ha pasado? pregunté.
- Fue todo muy confuso, la verdad comenzó Luna.
- Se te
cayó la capucha y luego caíste tú al suelo. Luego el chico se marchó
me explicó Hiela -. Pensamos que la llama te había dado, pero cuando nos
acercamos vimos que estabas inconsciente. Él estaba eliminado, por
decirlo de algún modo, porque no se pueden usar los poderes extra en
las batallas.
- Lo que me impresionó fueron sus ojos, eran
rojos, aunque no parecían de una mala persona les conté.
- No
tiene porqué ser malo, Sam. A él le contaron la historia desde otro
punto de vista. El chico puede ser muy bueno y pensar que está haciendo
lo bueno.
- Pero no me miraba con ira, sino preocupado y muy
asustado.
- No puedo leer su mente, pero creo que si pudiéramos
hablar con él nos comprendería y vendría con nosotras opinó Luna.
- Sí tienes razón, pero no creo que nos vaya a escuchar le
dije.
Cuando volví a casa vi que tenía una carta en el buzón
para mí. Anónima, qué raro. La letra era muy bonita y se entendía a la
perfección. Contaba historias fantásticas de todo tipo: realistas,
fantásticas futuristas
Eran tres folios de pura imaginación todos ellas
con algo en común: un final que no se puede esperar y una historia de
amor como escenario. Al final, había un párrafo que decía así: Cuando
parece que nada tiene sentido y que es mejor abandonarse a uno mismo,
alguien viene y te saca de ese pozo de oscuridad. Suele ser quién menos
esperas y con quién compartes el resto de tus días
Era
asombroso cómo podían enganchar unos pequeños textos y un final
descorazonador. Al final de la hoja traía unas señas por si quería
desahogarme y un extraño signo que era un sol con una luna en cuarto
alrededor.
Me preguntaba quién sería aquel extraño escritor.
Me encerré en mi habitación y me puse a escribir todo lo que se me
pasaba por la cabeza. Historietas que aparentemente no tenían ningún
sentido, pero luego las volvía a releer y todo tenía una pequeña y
sinuosa relación. Luego puse un párrafo final como hacía mi misterioso
escritor. Todas las palabras tienen sentimientos impresos como todas
las personas tenemos un yo interior Cerré la carta con un signo como el
del escritor, solo que invertido: una luna en cuarto dentro de un sol.
Me acosté a la una de la madrugada pensando en esos
maravillosos cuentos. Al final, se me había olvidado hasta la
batalla.
Dulces sueños, mi querida princesa. Finalizaba uno
de esos cuentos.