Me fui de viaje, entre las formas de las letras y la cúspide de mi coraje.
El camino es lejos, como mi voz y la de todos los pendejos.
No volveré a la felicidad, escucharé las voces y las palabras de la frialdad...
Ahí dejé de escribir, cuando solté la carcajada frente al respeto muerto de sus labios. No hay qué decir, únicamente fingir la fortaleza de una roca. Cuando pase por la puerta, aseguro morirme de tristeza y descomponer mi orgullo con mi vida misma.
Soy más pobre, menos existente; más solo, menos alegre. Si vuelven, los despreciaré, aunque el bebé ponga de pretexto su llanto, se irán para siempre.
A fumar, a sentir la madrugada calurosa entre la mesa sucia y las sillas vacías. No sé qué decir mañana, pero moriré de pie, como una estatua elaborada para ser un monolito de mierda.
Por pura egolatría no suelto mi llanto en el bosque de mi rostro; quiero llorar, pero cada lágrima sería un homenaje a esa prostituta que fundó su mundo de mentiras y lo mostró a mi paladar.
He vuelto desde el fin, a apreciar las locuras y a apoderarme del capricho. Mejor muerto, que desabrido.
¿Qué sentido tiene no dejar que tu llanto te libere? El texto navega hacia esas imágenes desoladas, donde no cabe un punto de luz. Describes una forma de verdad que sobrecoge. Mientras el desamor nos muestra ligeros, e incluso satisfechos con el dolor, tus imágenes son...una verdad dura e intransigente, hasta con las lágrimas. Saludos.