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El Final para Descansar

Había una vez un planeta llamado Tequop que no era más grande que el planeta Tierra donde sus habitantes estaban divididos por países en los que había un porcentaje que sufría cargas muy pesadas desde hacía mucho tiempo, sumidos a reglas dictatoriales impuestas por sus gobernantes. Sin excepción alguna fueron obedecidas estas reglas por muchos años hasta que hubo un día en la nación de Pueblo Chico, ubicada al sur del planeta, en donde se levanto aquel porcentaje de habitantes oprimidos por aquel gobierno, desarmando una gran disputa entre sus derechos o por la justicia.

Dentro de una casa humilde y pequeña no muy lejos del centro de la ciudad de Pueblo Chico se encontraba una pareja casada, cuyos dos nombres eran Antonio y Julieta, con sus dos niños, ellos ya estaban muy viejos y cansados para el trabajo, pero no tenían de otra que obedecer y asistir a sus obligaciones que a cada uno les tocaba. La niña tenía ya la edad suficiente para emplear sus quehaceres dentro del hogar, mientras que para el niño solo faltaban un par de años para que comenzara su labor de la misma forma en que lo hizo su padre y el padre de su padre y así sucesivamente.

De alguna forma u otra nunca cambiaba la dinámica dentro de esta familia y dentro de muchas otras, había quien viviese solo y se abastecía con su esfuerzo.

Como todos los días la mañana era fría y el sol aun no lograba salir cuando Antonio y todos los hombres de esa región se levantaban a trabajar. Antonio se colocaba su uniforme y cargaba lo que necesitaría mientras su esposa Julieta le preparaba el desayuno, era muy atenta a sus necesidades por el cansancio de los días anteriores y así seguiría siendo próximamente.

Dadas las circunstancias y las atenciones de su esposa, él cada día asumía la responsabilidad por cada utensilio u objeto, cada cuenta que pagar, cada vestido o zapatos y mucho más por la comida; aquellos gastos lo cubría su trabajo por estirones que bruscamente recibía su dinero. Mantenía por completo a su familia, se sentía en extremo orgulloso de que siguieran vivos a pesar de los años. Pese a su gran esfuerzo permanecían estando igual.

La situación en Pueblo Chico y en cualquier otra parte del mundo era muy difícil, teniendo un alto precio. Para Antonio y para los demás hombres y mujeres las opciones eran las que conocían, y veían como día tras día sus mentes y sus acciones despertaban como un grito de dolor en los tendones. Las costumbres que marcan los años siguen siendo las mismas, no han conocido más de lo que ahora están viviendo.

A pesar de los malos ratos, pensar que las heridas o los dolores de los dedos engatillados podían pasar a estar mejor al día siguiente, era preferible a no tener en que pensar. Por fortuna era una enraizada creencia.

A las mujeres no les era permitido trabajar, digamos que la década instauró la idea de que los hombres eran y estaban para el trabajo como una regla de Estado dogmatica.

No se escuchaba ninguna queja desde hacía mucho tiempo en aquel hogar donde solo Antonio hacía creer que era perfecto logrando en lo posible de que todos estuviesen bien. Cada mañana antes de despedirse apoyaba una mano sobre la pared, frente a la ventana que da hacia el comedor, sosteniendo con la otra una taza de café. Miraba los tejados, las ventanas vecinas y a la gente pasar. La brisa de aquel día le hacia percibir el roce de las montañas y de la lluvia que le congelaba hasta las venas.

Camino a su trabajo Antonio se convertía en uno más de todos aquellos sin cerebro ni motivo, bajo el molde de una sola realidad, es decir, con la falta de identidad, estando inmerso en el ciclo de las marionetas circenses que reaccionan al compás de un timbre para volver a sus casas. Pensaba Antonio que no se reconocía a sí mismo, miraba hacia el infinito de una cámara de cristal con luces de muchos colores. Un ser apenado, un ser triste que solo espera escuchar el timbre para dirigir sus pies hacia el ascensor en el nivel diez y así lograr salir de ahí.

Se abren las puertas y distingue a un señor un poco mayor que él que se acerca y le dice, ¿sabe usted que huyó? No tuvo complacencia con la situación, ¿cómo se ha enterado usted?, luego del almuerzo lo vi yo mismo con mis propios ojos, que salía por la puerta principal con una sonrisa, dígame usted, ¿Qué podría decirle?, antes de salir aquel hombre se burló de mí con solo mirarme. Se abrieron las puertas del ascensor y Antonio salió sin comprender muy bien, lo dejó sin mirar atrás.

Se sentía contrariado con la noticia de que uno de ellos presumía felicidad al salir de ese edificio, se dijo así mismo que hace aproximadamente cuarenta años que ve caras tristes y acomplejadas al mismo ritmo sin descanso que solo la hora que le daban para almorzar.

Entonces, Antonio se quedo pensando en su condición de viejo, mirando en el espejo los años dándole tregua a aquellos malos recuerdos. Un momento en el pasado viejo, decía Julieta, ¿Te acuerdas sentados en las mismas sillas que se caen de viejas igual que nosotros? ¿Aquí mismo donde escuchábamos a las chicharras pidiendo lluvia y el olor del incienso de naranja que nos acompañaba?, ¿Dime hasta cuándo?, ¿Hasta cuándo que viejo?, hoy alguien decidió huir del trabajo, decidió emprender su camino y por más que duela decirlo, se fue sonriendo.

Así fue como luego abrazo a su esposa Julieta, le dio un beso en la frente, se preocupo por sentarla y agarrarla de la mano mirándola a los ojos. Me atrevo a decir mi vieja que él es un ser muy valiente, ninguno en mi experiencia de trabajo había abandonado hasta que dejara de funcionarle los dedos o las piernas a esa pobre gente incluyéndome a mí que seguramente será así, nadie sale de ahí, pero él sí pudo hacerlo y gracias a esa persona todos deben saberlo, todos deben intentarlo, deben incluirse beneficios de relevo por la cantidad transcurrida de unos años, siguen siendo los mismos pobres ancianos, ¿Eso debemos?, si eso debemos hacer, hay que hablar y no rendirse, hay que hacerlos entender que aquí la gente que se queda sin fuerza merece su descanso.

Continuara...
Sofia0912 de enero de 2016

1 Comentarios

  • Indigo

    Me agrada tu narración, y el hilo de los acontecimientos bien expresados de manera diáfano.
    Esperaré lo que sigue.
    Saludos.

    12/01/16 06:01

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