El agua de la ducha resbala por mi cuerpo, intento dejarme llevar por la tranquilidad que se respira en el ambiente, pero mi interior está siendo bombardeado por el dolor y la frustración. Me llevo las manos a la cara aspirando escapar de mis problemas. Pero van ganando terreno y venciendo a mi fortaleza, a medida que pasan los segundos. ¿Por qué se tuvo que ir a si, sin más? Las imágenes vuelven a mi mente como si estuviera viviendo el momento más desgarrador al que he tenido que sobrevivir. Recuerdo sus manos sujetando mi cara, sus labios besando los míos; lo veo subir al barco, su brazo agitándose y despidiéndose de mí; no aparto la mirada del mar hasta que la embarcación ha desaparecido en el horizonte. A los pocos días, me despierta el timbre, un oficial espera en la puerta, en sus manos una carta y en su boca un lo siento. Todas estas imágenes se han repetido tantas veces en mi mente, que ya no les encuentro sentido. Rompo a llorar de nuevo y una vez más, me quedo quebrada, mientras el agua sigue golpeándome desde arriba.