Y nuestro café se enfrío, al derretirse los hielos cansados de esperar ese momento que tanto temiamos. Nos lo bebimos a sorbos lentos saboreando cada trago como si fueran instantes que poco a poco se nos escapaban de las manos. Pero no, no lo disfrutamos, nunca un café habia estado tan amargo aun sabiendo que tal vez fuera el último que bebíamos en buena compañia. Poco a poco, ya no era café sino agua, hielo deshecho. Mira que casualidad, el hielo estaba como nosotros, como yo al menos. Tratamos de alargar la tarde como pudimos sabiendo que después de ese café vendría el adios y que despues del adios ya no vendria nada. Y cuesta imaginar una nada con la misma persona con la que un día no muy lejano imaginaste algo.
Finalmente nos levantamos y salimos del local, allí se quedaron los posos de un café junto con las cenizas de un cigarro que se consumía y junto a nuestras ganas de ser algo. Restos, todo restos. Fue una tarde fría, amarga, de sorbos lentos y palabras rápidas, de miedo a despedirse, de posos, de cenizas y de sueños rotos, si bien todo es lo mismo. Fue la tarde del último café, café solo, sin besos ni caricias. Fue nuestra última tarde juntos.
que triste y que bonito a la vez, te quedo genial, enhorabuena!!
Lau