Alfredo caminaba absorto por el camino que seguía el cauce del río, de vez en cuando se detenía a escuchar el canto de un ruiseñor, le rescataba de la asfixiante tristeza que le atormentaba desde la muerte de su esposa, y un esbozo de sonrisa se dibujaba en aquel rostro marcado por el dolor.
Al llegar al puente, se dispuso a cruzar al otro lado...
Me ha conmocionado.
Lo bueno si breve, dos veces bueno.
Felicidades.