Rabia, desesperación, cansancio.Impotencia. Sí, esa es la palabra. Nunca llegué a imaginar que una distancia tan larga pudiera limitarte tanto, hasta el extremo. He aprendido que las peores fronteras son las que no se ven, las que no existen para el resto. Solo para mi, para nosotros. Mi vida dió un giro inesperado en el que las calles donde cada vez soy más libre, son a la vez mi prisión. Y mis guardas son las personas que poco a poco me dan esa libertad, haciendo que cada vez esté más cerca de la excarcelación pero sin poder lograrla. Eso solo causa impotencia, que crece cada día hasta que llegue el punto en el que toda mi paciencia explote y rompa las rejas que me retienen en este lugar. Y eso será peor, porque entonces me veré oprimida por cadenas hechas de disgusto y desconfianza.
Solo me queda esperar, pero ya estoy harta. No hablamos de horas, ni de días; hablamos de meses, años. Hablamos de toda una etapa en la que se me está pidiendo demasiada esperanza, y no sé si podré mantenerla mucho más.
La madurez te dará la libertad, aunque para entonces tal vez te parezca tarde. La libertad es algo a lo que no se le da valor hasta que no se carece de ella.